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Carlos María Cárcova forma parte del Comité Académico de la revista de Filosofía del Derecho que publica Infojus. Para un camino de democratización de la justicia, este estudioso del derecho propone empezar por la enseñanza y el modelo de profesionales que se forman las universidades.
Decir que Carlos María Cárcova es un estudioso del Derecho no es suficiente. Es un apasionado. En su juventud fue militante estudiantil y defensor de presos políticos hasta su breve exilio en Brasil, en 1976, tras el secuestro y desaparición de su socio Mario Yacub. Se desempeñó como representante de los abogados en el primer Consejo de la Magistratura y desarrolló una carrera académica y docente orientada a la renovación de la filosofía del derecho.
Cárcova María Cárcova forma parte del Comité Académico de la revista de Filosofía del Derecho que publica Infojus donde, dice, se busca a “gente joven y renovadora, que tenga una perspectiva no tradicional ni conservadora en relación al Derecho”.
Para un camino de democratización de la justicia, Cárcova propone empezar por la enseñanza y el modelo de profesionales que se forman las universidades. En una charla con Infojus Noticias, habló de sus ideas para esta propuesta de cambio judicial donde “la solución correcta nunca es lógica, siempre es política”.
¿Cuáles son los desafíos en la enseñanza del Derecho?
Hay que replantearse un problema que en particular la UBA no se replantea. Uno, el perfil profesional. Dos, el tipo de abogado que necesitamos para la argentina de esta época y tres, que clase de formación le damos. En la UBA y en casi todas las facultades de este país se sigue formando a un profesional que apunta al saber dogmático exegético, es decir ‘ser un abogado significa saber unos cuantos códigos de memoria y lo que algunas jurisprudencias interpretaron respecto de las letras de los códigos’. Y la verdad es que esto ya no le sirve a nadie.
¿Y cuál es el tipo de abogado que necesita la Argentina?
Voy a responder con ejemplos retóricos ¿Quién sabe derecho hospitalario? Un hospital es una ciudad, tiene a 30 o 40 mil personas metidas adentro, entre las cuales median relaciones administrativas, laborales y responsabilidades civiles de muy distinta naturaleza, ¿quién le enseña a un abogado a desempeñarse en ese medio tan complejo, en donde tiene que conocer una cantidad de cuestiones que le son definitivamente exóticas? Se puede trasladar el ejemplo del derecho a la salud, al derecho carcelario ¿Quién sabe? ¿Los penalistas? Solo saben del derecho penal que se queda en la puerta de la cárcel, de ahí para adentro no. Hay reglamentos carcelarios, sanciones que se imponen a los presos, entretenimientos y una cantidad de horas que un tipo tiene que respirar aire puro para sobrevivir a tantos años de encierro. Esos son solo dos ejemplos.
¿Qué es lo primero a cambiar?
Creo que tecnológica y políticamente no se puede seguir en las universidades nacionales con una formación de abogados litigantes que solo sepan hacer un juicio ejecutivo, una sucesión y un desalojo y que no tengan idea del papel que el derecho cumple en la vida social contemporánea. Por eso hay que discutir un nuevo perfil para la universidad argentina y un nuevo modelo de formación. Hay que dar vuelta un modelo cuyos presupuestos epistemológicos son de hace 200 años. Debemos volver a discutir a ver qué tipo de fenómeno es el Derecho.
¿Qué tipo de fenómeno es?
Hace 50 años atrás Carlos Cossio decía que el derecho era ‘conducta en interferencia intersubjetiva’, una formula bastante especiosa pero que quería decir una cosa interesante: básicamente que el derecho debe ser mirado como un tipo de cuestión generado por la evolución de la vida social. Es necesario e imprescindible a los efectos de regular la interacción humana en las sociedades complejas del siglo XXI. Los positivistas nos convencían de que el derecho eran axiomas y que de esos axiomas mediante una regla lógica de inferencia se podían deducir las soluciones correctas, como una fórmula. Pero la solución correcta nunca es lógica, siempre es política.
¿Hay un camino a seguir para una democratización de la Justicia?
Un paso importante en la reorganización democrática de la justicia significa repensar el papel de los consejos de la magistratura y tratar de darles consistencia a nivel federal. Dicho de otro modo, que los jueces sean elegidos en todas partes más o menos de la misma manera, sobre la base del mérito y las calificaciones que luzcan.
¿Cómo fue la experiencia de haber integrado ese primer Consejo de la Magistratura?
En ese momento, más allá de nuestras diferencias políticas, teníamos la preocupación por hacer una buena tarea y organizar una buena justicia. El modelo de justicia que armamos tiene secretarios elegidos por concurso, e hicimos eso porque era una forma de terminar con el “yo pongo a mi hijo vos pones al tuyo” y quebrar al mismo tiempo lo que era una justicia familiar, de apellidos repetidos. También como algo innovador introdujimos un examen psiquiátrico psicológico, porque así como no cualquiera puede hacer una operación de cirugía mayor o manejar un avión, no cualquiera puede ser juez. Hay que tener determinada estructura psicológica.
¿De ahí sus participaciones en tantas maestrías de magistraturas?
Integrar la Magistratura fue una gran experiencia que aplico en estos momentos en los que me dedico a la enseñanza casi de manera full time. Este año recorrí el país dando clases en maestrías del interior y viajé por lo menos por diez provincias dando estos cursos superintensivos. Para ser totalmente realistas en lo relativo a la formación académica e investigativa, la relación entre la UBA y la mayoría de las provincias todavía es grande. En este momento de transición, hasta que los equipos de las provincias se organicen y se formen de una manera adecuada, estas especializaciones en el interior me parecen positivas.
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