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El historiador Daniel Mazzei sostiene que esto puede verse "en la minuciosidad con la que detuvieron a la presidenta María Estela Martínez de Perón, o en la "caza" de militantes políticos, sindicalistas y trabajadores" que empezó el mismo 24 de marzo de 1976. Cómo se llegó al golpe de estado. Las diferencias con los anteriores. Las internas en las fuerzas y el crecimiento de la autonomía militar.
El historiador Daniel Mazzei, autor de los libros Medios de comunicación y golpismo: el derrocamiento de Illia, Bajo el poder de la caballería. El Ejército Argentino (1962-1973) y El CEMIDA: militares argentinos para la transición democrática, se especializa en el derrotero de las Fuerzas Armadas. Está convencido de que el último asalto al poder democrático tuvo una planificación quirúrgica. Eso se puede ver –dice- en la minuciosidad con que la detuvieron a la presidenta María Estela Martínez de Perón o en la caza de militantes políticos, sindicalistas y trabajadores en general que lanzaron el mismo 24 de marzo de 1976.
Durante la entrevista con Infojus Noticias, Mazzei también analizó “el crecimiento de los niveles de autonomía militar” que comenzó con el derrocamiento del presidente Juan Domingo Perón. Esa autonomía llegó a su punto máximo en la última dictadura pero cambió tras la derrota en la guerra de Malvinas. “Se pelean las fuerzas, no logran imponer su auto amnistía”, explica.
-¿Qué diferencias encuentra entre el golpe del 76 y anteriores?
-Fue el único planificado hasta el último detalle. Todos los demás terminaron improvisándose. Había preparación, pero se largaban antes y había mucho de suerte. El de 1966, que es visto como el más armado, venía siendo preparado pero lo lanzaron porque se asustaron: pensaron que se venía un contragolpe, y se lanzaron sin la venia de Onganía. Hubo una operación de prensa previa, pero se disparó por un hecho fortuito.
-¿Y en 1976?
-En 1976, por otro lado, estaban hasta las listas de objetivos, con nombre y apellido, lugares que debían ser tomados. El 24 a la mañana había militares apostados en diferentes fábricas. Estaba planificado con anticipación e incluso había una serie de problemas que pueden parecernos menores pero que había que resolver: cómo lograr que los Granaderos no quisieran defender a la Presidenta, que es su obligación. Lo resolvieron llevando a Isabel (María Estela Martínez) a Aeroparque, que es jurisdicción de la Fuerza Aérea. Ahí se acercaron los secretarios generales y le dijeron “Señora presidenta, queda detenida”. Además tenían en cuenta qué pasaba si le pasaba algo, se torcía un tobillo, cualquier cosa: no sólo era la presidenta, también era una mujer. Creo que aprendiendo de los otros golpes, no querían dejar nada librado al azar, asegurarse de que no hubiera resistencias, sobre todo porque operaba la guerrilla. Se suponía que debían tomarse decisiones esperando alguna reacción, algún intento de resistencia: por eso se habían liberado las camas del Hospital Militar. Esperaban resistencia y, aunque la noche del 24 hayan salido los primeros grupos, lo van a buscar a (Héctor) Cámpora y todo eso, la idea era mostrar una normalidad.
-¿Desde dónde podría haber venido esa resistencia?
-Se habían asegurado que desde adentro no, porque a alguno dudoso siempre se le podía sacar el mando de tropa. Podía venir de la guerrilla o algo más popular, del movimiento obrero con huelgas: hay que pensar que el 24 a la mañana en gran parte de las fábricas del Gran Buenos Aires había militares con listas de gente para detener. La resistencia podía esperarse por ahí. Y había un intento por mantener el orden y dar sensación de normalidad. Además usaron el hecho de que nadie defendiera a Isabel para afirmar que había consenso: es una falacia, pero esas falacias funcionaban. Si uno ve lo que plantean los primeros cables de la embajada norteamericana, la moderación duró un mes, hasta que el embajador dijo que algo fallaba, porque recibían información de que empezaba a desaparecer gente.
-¿Hay una disputa interna en las Fuerzas?
-Sí. La ‘línea dura’, según la Embajada de Estados Unidos, quería dar el golpe en el 75. La línea Viola, más política, quería que el gobierno se desgastara y cayera por peso propio. En esta última ubico a Jorge Rafael Videla y Roberto Viola. Era la más moderada, con muchas comillas, y del otro lado estaban Eduardo Bussi, Guillermo Suárez Mason, Benjamín Menéndez.
-¿Cómo jugó la Armada?
-La Marina aparece unificada tras Eduardo Massera, que siempre va a tener una cara externa cordial y mientras tanto por debajo organizó la ESMA con el salvajismo que le conocemos. Pero él siempre tuvo una actitud muy cordial hacia la presidenta, él es quien intervino con la crisis del Ejército en agosto. Pero es un marino, y la Marina era monolíticamente anti peronista, aunque hubiera una línea política de mantener un discurso de moderación.
-¿Y la Fuerza Aérea?
-En Fuerza Aérea hay un hecho clave: el levantamiento de (Jesús) Cappellini a mediados de diciembre del 75, conocido como “Operativo Cóndor Azul”. (Héctor) Fautario era leal al gobierno y ese operativo fue del ala más reaccionaria que ya buscaba derrocar a Isabel. Ahí Videla dijo que no. A los de esa ala nacionalista que pretendía derrocar en diciembre, los pasaron a disponibilidad, porque el otro sector quería esperar el deterioro del gobierno. “Que nos vengan a pedir la intervención en lugar de intervenir nosotros” era la idea. En la Fuerza Aérea ese hecho es clave porque el gobierno designa a [Orlando] Agosti, uno de los pocos oficiales aéreos que, siendo joven, fue preso por los levantamientos contra Perón de 1951.
-¿Fue un error?
-Sí. Cuando hubo que elegir Comandantes en Jefe, en el Ejército Isabel eligió a Videla, que se había negado el 20 de junio de 1973 a ir a buscar a Perón, jugándose la carrera. Era claramente un anti peronista. Y en la Fuerza Aérea lo pusieron a Agosti y con él el golpe ya podía funcionar, porque Videla y Massera más o menos ya acordaban.
-¿En qué momento se conforma el Plan Cóndor?
-El plan primero fue un acuerdo de información de fines del 75, con Isabel. Intercambio de información hubo siempre, coordinación represiva también. Claramente este intercambio se hizo más fuerte en abril, con los primeros casos de chilenos entregados acá, como (Miguel) Enríquez del MIR. Y ya en mayo los uruguayos secuestraron a Michelini y Gutiérrez Ruiz.
-¿Cuándo y dónde se organizó?
-En Chile se hizo una reunión a fines del 75 donde se habló por primera vez de Cóndor y fue la inteligencia argentina. La palabra Cóndor todavía no se usaba, recién se usó en un cable de la embajada hacia agosto, y ahí el que habla es Otto Paladino, jefe de Inteligencia del Ejército. Lo que empieza a preocuparlos es que su información les dice que operarán en Europa. El nivel de represión se incrementó posteriormente a una reunión entre el canciller argentino en Chile y Henry Kissinger. El discurso de Kissinger hablaba de derechos humanos, pero en privado le daba su aval a Pinochet y al canciller argentino le decía “Lo que tengan que hacer, háganlo pronto”. Claramente ahí había diferencias al interior del propio Departamento de Estado: había una línea preocupada por la reacción del Congreso que en ese momento era liberal demócrata, y otra en el Departamento de Estado, con halcones republicanos que justificaban esto.
-¿Cómo se expresaban?
-Había gente que proponía presionar a Argentina con embargos, y el embajador republicano, Robert Hill, pidió permiso para quejarse formalmente ante Videla, enfrentándose así a Kissinger. Hill había sido de Nixon pero empezaba a estar incómodo porque veía lo que estaba pasando, la información le llegaba, había problemas con ciudadanos norteamericanos. El problema central era la opinión pública norteamericana: con Chile y Uruguay no habían hecho nada y eso había generado malestar en el Congreso y la opinión pública. Pero al principio prevaleció la línea Kissinger, que llegó a amenazar con echar a quienes se opusieran. Ya en noviembre los republicanos perdieron, y cuando Carter gana, hace algo particular: nombra una Subsecretaria en Derechos Humanos para Latinoamérica, Patricia Derian, que se interesó por este tema aunque no coincidiera con otros miembros del propio Departamento de Estado.
-¿Cómo fue cambiando la relación entre civiles y militares hasta terminar en el golpe?
-Lo que noto es un crecimiento en los niveles de autonomía militar de la caída de Perón en adelante, entendida como lo opuesto al control civil. Pero el control civil tiene niveles. Desde alguna de las crisis de Frondizi, la autonomía pasa a ser ofensiva. Opinan sobre cuestiones que exceden el marco interno: no es sobre el secretario de Guerra, sino sobre si hay que sacar a Frigerio o a tal gobernador. Mi hipótesis es que los decretos de Isabel en diciembre del 75 aumentan los niveles de autonomía. El corte del 24 de marzo genera problemas, porque las Fuerzas Armadas fueron autónomas desde antes pero nunca habían tenido tanto poder.
-Es el Partido Militar.
-Algunos hablan del Partido Militar y tiene que ver con esto. Esto llega a Malvinas y ahí hay un corte. Ya después se pelean las fuerzas, no logran imponer su auto amnistía, la ley de pacificación es rechazada hasta por sus socios poco tiempo antes. Pero entre octubre de 1975 y junio de 1982 el control es absoluto.
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