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La frase es de María Elizabeth Cinto, esposa de Rubén Dunda, que era presidente de la Cámara de Diputados de Santa Fe cuando fue secuestrado, el 24 de marzo de 1976. Hoy comenzó el juicio contra los responsables del secuestro del ex legislador y del ex intendente Noé Adán Campagnolo, que fue sometido a una tortura despiadada durante su detención.
"Un, dos, soldados, un, dos, soldados”. Ignacio tiene un año y cinco meses y trata de entonar esas palabras con ritmo de marcha militar. Está cerca de la escalera de su casa, que tiene una puerta que lo aleja de una peligrosa caída. La puerta se abre e Ignacio no sabe que esos soldados que suben los escalones representan para su familia un peligro mucho mayor. “Un, dos, soldados” repite, cuando su papá, Rubén Héctor Dunda, los ve. Tiene 29 años y desde el 25 de mayo de 1973 preside la Cámara de Diputados de la Provincia. Desde su banca luchó por el esclarecimiento del asesinato de Ángel Brandazza, ocurrido en Rosario durante la dictadura de Alejandro Lanusse. Pero el 24 de marzo de 1976 su mandato como legislador por el peronismo llegó abruptamente a su fin.
Esta mañana, ante el Tribunal Oral en lo Criminal Federal de Santa Fe Dunda revivió el secuestro y las torturas que sufrió hasta el 3 de abril de 1978, cuando fue liberado. Ante los jueces Luciano Lauría, José María Escobar Cello y María Ivón Vella recordó los padecimientos del ex intendente Noé Adán Campagnolo, que también se investigan en la causa. Atentamente siguieron sus declaraciones los tres imputados: los ex militares José María González y Jorge Roberto Diab y el ex comisario Ricardo José Salomón.
La jornada arrancó a las 9, con la lectura de las imputaciones a los acusados. Durante el día prestaron testimonio los cinco integrantes de la familia Dunda. La primera en hacerlo fue María Celeste, que tenía apenas nueve meses al momento del secuestro. “Todo lo que sé lo sé por el relato de mis padres y de familiares. El primer recuerdo que tengo de papá es en el exilio, en Paraguay”, expresó. Sostuvo que “no fue fácil la posdictadura para los hijos de militantes, el ‘algo habrán hecho’ siempre aparecía, hasta el inicio de los juicios en 2003”. Luego fue el turno de su hermana melliza, María Victoria, y más tarde del hermano mayor de ambas, Ignacio, que fue el que alertó a sus padres sobre la llegada de los soldados.
“Recuerdo el día del secuestro. Había armas apostadas en la calle y estaban los camiones en la puerta. Fue como la imagen de los nazis cuando se llevaban a los judíos”, aportó María Elizabeth Cinto, la esposa de Dunda. “Nosotros siempre militamos en el peronismo, desde jóvenes. Cuando llegó el golpe me fui a entrevistar con González, que era el interventor. Le pregunté por mi marido y me dijo que nosotros estábamos acusados, entre otras cosas, de tener lingotes de oro en la casa. No me podía decir por qué lo tenían detenido”, agregó.
Recordó que tras el exilio en Paraguay y el regreso al país, en 1980, era muy duro para Dunda conseguir trabajo “porque tenía un currículum muy bueno, pero todos preguntaban por esos dos años en los que no había trabajado, entre 1976 y 1978”. “Perdió muchos trabajos por ser peronista”, manifestó. También recordó una frase de una de sus hijas al volver del colegio mientras cursaba tercer grado, en los primeros meses tras la recuperación de la democracia: “Me dijo: «Mamá, a nosotras no nos quieren porque somos peronistas»”.
“El día del golpe detuvieron a mi esposo. También al diputado Danilo Kilibarda y al vicegobernador (Eduardo) Cuello. Al gobernador Carlos Sylvestre Begnis no, porque no era peronista”, señaló. En ese sentido, Dunda recordó que antes de su detención llamó a Sylvestre Begnis para preguntarle por la situación de Kilibarda, que ya había sido detenido: “Me dijo que no podía hacer nada, que a él lo habían tratado bien. De González me dijo que era el más civil de los militares que había conocido”.
El testimonio de Dunda
Dos semanas antes de su secuestro Dunda había tenido que dejar su hogar en Rosario, advertido por un llamado telefónico del entonces jefe de Policía de Rosario, Albino Soldano. “Mire Dunda, estuve en una reunión de comando y un Coronel dijo que hoy lo iban a matar”, le dijo Soldano el 10 de marzo. Esa misma noche le volaron la casa. A los pocos días recibió una nota anónima: “Si amás la democracia cómo vas a tener esos libros”, lo interpelaba alguien que, evidentemente, se había encargado de revisar su biblioteca. “Con esa nota le pedí una audiencia al coronel José María González, que me recibió. Le conté eso y también del atentado. Quedó en responderme. No lo hizo. Y después vino el golpe”, recordó Dunda.
González fue uno de los que condujo el golpe en Santa Fe y fue el primer interventor de la provincia, desplazando de su cargo al gobernador Carlos Sylvestre Begnis. Ese 24 de marzo Dunda fue secuestrado con un espectacular operativo militar. Fue trasladado a la Guardia de Infantería Reforzada. Luego lo encapucharon, lo ataron y lo llevaron a un descampado. “Creo que podría estar ubicado en Santo Tomé, pero no podría precisarlo”, declaró. Allí lo golpearon y lo sometieron a un simulacro de fusilamiento. Nunca le preguntaron nada. Todo lo que escuchó de parte de sus torturadores fueron “imputaciones” como “comunista”, “subversivo” y “montonero”, mientras le advertían que “no se la iba a llevar de arriba”.
Durante su detención en la Guardia de Infantería Reforzada estuvo con Noé Adán Campagnolo, intendente de Santa Fe hasta el golpe. “Estaba en un rincón, junto con otros detenidos. No estaba llorando, pese a las atrocidades que le hicieron. Se mostró íntegro. Me contó que lo habían empalado, que le habían roto el ano. Perdía mucha sangre. No pensó que lo que había sufrido le iba a afectar la salud para toda la vida”, afirmó.
Ambos se reencontraron en Coronda, donde en algún momento Dunda fue acusado de planear un intento de fuga. Allí le tomo declaración el juez Fernando Mántaras. Su secretario era Víctor Hermes Brusa, luego juez federal destituido por el Consejo de la Magistratura y condenado por crímenes de lesa humanidad. El 3 de abril de 1978 recuperó la libertad, junto a Campagnolo. Hoy, revivió ese calvario en el juicio oral que se realiza contra sus captores: José María González, Jorge Diab y Ricardo Salomón, que siguieron atentamente su declaración.
Los acusados
José María González fue el primer interventor de la dictadura en Santa Fe y fue condenado a perpetua en la causa que investigó la desaparición de Mario Osvaldo Marini, el secuestro de la esposa de éste y del bebé de ambos. Jorge Diab integró el Destacamento 122. Está imputado en varias causas de lesa humanidad, entre ellas el martirio y las "violaciones sexuales agravadas" a Silvia Suppo y la supresión de identidad de María Carolina Guallane, que en 1998 recuperó su identidad: Paula Cortassa.
Salomón, por su parte, fue oficial auxiliar de la Guardia de Infantería Reforzada. Pese a su bajo grado policial, los testimonios de otros uniformados aseguran que fue “el autor directo, ejecutor inmediato de los ilícitos sufridos por Campagnolo”. Los tres cumplen prisión domiciliaria. González estuvo presente en la sala, mientras que Diab y Salomón siguieron la causa desde la sala médica, a través de un circuito de televisión, por tener “presión alta”.
“Me acojo al derecho de no prestar declaración y además no contestaré preguntas ni me someteré a careo alguno”, fue lo único que dijo González cuando el juez le concedió la palabra. Por su parte, Diab y Salomón respondieron que declararán “en otro momento del juicio”.
Cómo sigue el juicio
El lunes están citados a declarar como testigos Silvio Caballero, quien se desempeñaba en el Comando Radioeléctrico y declaró haber visto a Noé Adán Campagnolo antes y después de las torturas a las que fue sometido. También los hijos del ex intendente, Laura Josefina y Pedro Valentín; Jorge Alberto Vegil, quien estuvo junto a Campagnolo en el momento de la entrega del poder y Reynaldo Arboatti, quien lo visitó mientras estaba detenido y le entregó parte de su ropa ensangrentada a Monseñor Vicente Zaspe, para que éste intercediera por él ante la dictadura. El martes declarará un periodista: Guillermo Tepper, que entrevistó a Campagnolo el 24 de marzo de 1996, al cumplirse 20 años del golpe. En esa entrevista, que forma parte de la causa, Campagnolo contó las brutales torturas a las que fue sometido por sus captores.
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