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4-4-2014|20:10|Lesa Humanidad Buenos AiresProvinciales
Juicio del Tribunal Oral Federal 1 de La Plata

La Cacha: “Enloquecieron con mi apellido y me pusieron mucha picana”

Declaró hoy Berta Noemí Itzcovich. Tenía 19 años y militaba en la UES cuando la secuestraron. Dijo que los torturadores se ensañaron con ella por su apellido. “Nunca supieron que no soy judía, que para ser judía tenés que ser judía por madre, no por padre, y yo soy bautizada bajo la Iglesia (católica)”, testimonió ante el tribunal.

  • Leo Vaca.
Por: Infojus Noticias

Berta Noemí Itzcovich no tenía un apellido adecuado para caer en manos de los torturadores de La Cacha. Hoy, en su declaración en el juicio oral en el que se juzga a 21 represores por los crímenes cometidos en ese lugar, contó que los verdugos “enloquecieron con mi apellido y me pusieron mucha picana”. “Nunca supieron que no soy judía, que para ser judía tenés que ser judía por madre, no por padre, y yo soy bautizada bajo la Iglesia (católica)”, dijo la sobreviviente ante los jueces del Tribunal Oral Federal 1.

El segundo testigo de la jornada fue Gustavo Calleja, que relató cómo fue el secuestro de María Seoane Toimil, que trabajaba en la Petroquímica General Mosconi. Calleja era su jefe en la Petroquímica, y dijo que cuando la joven fue secuestrada, el 12 de mayo de 1977, fue a ver en persona al subsecretario de Seguridad de la Provincia, el teniente coronel Miara. No pudo sacar nada en limpio. Al tiempo, el interventor de la Petroquímica, un coronel de apellido Villa, mandó decir que no preguntara más por la desaparecida.

A Itzcovich, que tenía 19 años y militaba en el centro de estudiantes de su escuela y en la UES, la  secuestraron en Formosa, en 1977, por un hecho fortuito: había llegado hasta allí con dos compañeros de curso -Silvia Cavechia y  novio de entonces, Daniel Talarico- para asistir al sepelio de otro compañero que se había matado en un accidente de autos. Después del velatorio, decidieron volver a La Plata haciendo dedo.

Pero tuvieron un problema con el camión que los levantó: esa noche quiso propasarse de Cavecchia. Volvieron a hacer dedo hasta que un patrullero los levantó y los llevó a una comisaría. Ahí pasaron la noche mientras la policía chequeaba sus antecedentes. Una hermana de Talarico había muerto unos meses antes en un enfrentamiento, y lo dejaron detenido. A las dos mujeres las llevaron con él hasta una alcaldía.

Unas horas más tarde, en un vuelo clandestino, esposados y vendados, los tres jóvenes fueron trasladados hasta el centro clandestino de torturas que funcionó en Olmos, en las afueras de La Plata. “Llevábamos esposas en los pies, en las manos y en el cuello, todos con cadenas que mantenían juntas las esposas, parecíamos monos de circo”, recordó Itzcovich, según consignó la agencia Télam.

La mujer perdió durante su cautiverio la noción del tiempo. No sabe cuánto tiempo la tuvieron atormentándola en esa cueva. Sí que un cura con “acento especial” le pidió que dijera todo lo que sabía y la absolvió de todos sus pecados. Y evocó –como muy pocas veces en las audiencias anteriores- que entre los torturadores había una mujer “que estaba muy ensañada, muy cebada y era fuerte allí”. Un día, sus torturadores le advirtieron que la iban a trasladar, y la llevaron a la comisaría 8ª junto a Talarico –Cavecchia había sido liberada antes-, donde ya no la torturaron más. Desde allí, los tres fueron liberados. A fines de 1977, aterrada, Berta salió del país en un exilio obligado que terminó en los Estados Unidos.

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