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Lo dijo Nirida Bustos, una de las hermanas de Jorge Bustos, un militante desaparecido. Hoy se reiniciaron las audiencias en la megacausa por el centro clandestino de detención La Perla, en Córdoba. Declararon tres testigos por las desapariciones de María Elena Gómez de Argañaraz y de Bustos.
Terminada la feria judicial, hoy se reiniciaron las audiencias en la megacausa por el centro clandestino de detención La Perla, en Córdoba, que funcionó entre 1976 y 1979. Declararon tres testigos por la desaparición de María Elena Gómez de Argañaraz y Jorge Dante Bustos. El juicio empezó el 4 de noviembre del año pasado en el Tribunal Oral Federal N° 1 y tiene 45 imputados. El proceso acumula 16 causas donde se investigan los casos de 417 víctimas. Con las declaraciones de hoy, los testigos de la causa llegaron a 98.
El primer testimonio fue el de Yamila Argañaraz, que declaró por la desaparición de su mamá, María Elena Gómez de Argañaraz. Yamila contó que tenía 8 años cuando secuestraron a su mamá, en junio de 1976. Dos años después, la familia estaba destruida: “Muertos, desaparecidos, presos y un bebé, el hijo de mi tía Mechi, que mi abuela Otilia buscó hasta la muerte”, declaró. “Quedamos mis primitos Martin y Ramiro, con 2 y 3 años; y mi hermano Ernesto con 10 y yo. Ese era el panorama en el año ‘78".
Una de las testigos afirmó que vio a la mamá de Yamila en La Perla. María Elena tenía 36 años, había llegado malherida al centro clandestino y, según contó la sobreviviente, estaba embarazada. Aunque al principio Yamila y su familia pensaron que era una confusión, reconstruyeron con fotos el paso de la testigo por el centro clandestino y no quedaron dudas.
"No sé si se puede explicar lo que significa vivir toda la vida con la mamá desaparecida, que no es la mamá muerta”, dijo Yamila. “La vamos a buscar siempre, eso se transforma en un modo de vida. Fue muy difícil para nosotros. Mi hermano no pudo ni siquiera venir hoy, pero cada uno lo canalizó como pudo. Yo me hice constructora de casas, creo que fue por mi convicción de que tenemos que construir la verdad siempre. Mi hermano se hizo médico, para sanar las heridas que nos dejó tanto dolor. Mis primos se hicieron abogados, entre otras cosas para meter presos a los responsables”.
Ana María Bustos fijó la mirada en las caras de los jueces y declaró por la desaparición de su hermano, Jorge Dante Bustos. Dijo que sentía que el juicio era atemporal. “Debería haber sucedido en la década de los ‘80, por la incompetencia de jueces como Becerra Ferrer que cerró la causa, a pesar del dolor que la desaparición de Jorge significó para toda la familia. Estoy agradecida de poder estar declarando en este juicio, y estar de este lado, de las víctimas", afirmó.
Jorge era el cuarto de cinco hermanos. Estudiaba Medicina en la Universidad de Córdoba y en 1976 estaba haciendo el servicio militar en el Batallón de Comunicaciones 141, asignado a tareas administrativas. Lo secuestraron el 10 de diciembre de 1976. Un problema de salud hizo que lo dieran de baja y lo mandaron a su casa.
La mañana del 10 volvió al cuartel para retirar su libreta de enrolamiento. Lo vieron despedirse y se supo que cuatro compañeros y él decidieron celebrar la baja en un confitería de la ciudad. Sus amigos estaban sentados en el auto de la familia de Jorge cuando lo vieron entrar al Casino de Oficiales. Tardó mucho y fueron a buscarlo. Les dijeron que se había fugado. Un conscripto que hacía de mozo en el Casino les contó después que se lo había llevado dos oficiales. Lo golpearon, esperaron la oscuridad y lo sacaron a las nueve de la noche. Al día siguiente allanaron su casa. El teniente coronel César Emilio Anadon, jefe de Batallón, lo declaró desertor. Un sobreviviente de La Perla confirmó que estuvo en ese centro clandestino.
La voz de Ana María tembló por la angustia y la impotencia cuando recordó la mañana en que Jorge le pidió a su padre que le prestara el auto. "Sabemos por testigos que esa tarde fueron con él al Destacamento 141, que personal de Inteligencia lo demoró y que Jorge sospechó que algo malo podría suceder", declaró. No pudo retener el llanto cuando recordó que lo último que supo de Jorge fue que “ingresó a La Perla un sábado”. “Lo traían entre dos y caminaba con dificultad, porque el interrogatorio y la picana le habían producido mucho dolor seguramente".
La fiscalía y la querella pidieron, a partir del testimonio de Ana María, que se cite a un nuevo testigo. Una persona que hizo el servicio militar con Jorge. En el último aniversario del golpe de Estado el ex conscripto se acercó a la familia cuando colocaron una placa en homenaje.
Después de un cuarto intermedio declaró Nirida Isabel Bustos, otra de las hermanas de Jorge: "Aquel día estaba realmente contento. Estaba lustrando sus botas, los objetos de rancho, esa tarde iban darle la baja. Fue la última vez que lo vi. Lástima, le hubiera hecho un abrazo más grande".
Desde el secuestro de Jorge las dos hermanas sufrieron allanamientos y amenazas telefónicas. Nirida contó que ella misma fue vejada en una de las oportunidades. Les pedía a los militares que no hicieran ruido para no despertar a su pequeña hija que dormía en la otra habitación. Apuntaron con un arma a su bebé de ocho meses. Los militares gatillaron varias veces y le gritaban: "No trates de reconocernos, hijo de puta".
Nirida mostró las fotos con su teléfono celular. Son las imágenes de las esposas que se encontraron junto a los restos óseos humanos por un vecino de Embalse. Se le ordenó a la fiscalía que se investigue la zona y se tomó declaración a los vecinos que dicen haber escuchado cómo se tiraban personas desde aviones al lago durante la dictadura.
En su testimonio, la hermana de Jorge Bustos declaró: “Quisieron exterminar a una generación, y por cada flor que cortaron germinaron miles de semillas. Por cada muerto nacieron veinte militantes".
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