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Un fallo de diciembre de 2013, firmado por Claudia Sbdar y dos jueces más, abrió el camino para que la semana pasada la Corte tucumana fijara nuevas penas para los acusados de secuestrar y obligar a prostituirse a Marita Verón. Entrevistada por Infojus Noticias, la jueza habla de violencia de género, derechos humanos y machismo en la justicia.
“Interpretamos el relato de las víctimas-testigos con perspectiva de género, tal como está previsto en convenciones internacionales que no se pueden ignorar”, dijo la vocal de la Corte tucumana Claudia Sbdar. En su despacho, después de 12 horas de trabajo, recibió a Infojus Noticias y así se refirió al fallo de ese máximo tribunal que revirtió la absolución de los acusados en el caso Marita Verón.
El martes pasado, después de conocer los montos de las penas fijadas por un tribunal inferior, Trimarco se mostró conforme. "Algo de justicia hemos conseguido por Marita y por todas las chicas", dijo. Sbdar, especialista en derecho procesal constitucional, junto a sus pares en la Corte provincial, Antonio Gandur y Antonio Estofán, abrieron el camino para que esto fuera posible. En diciembre de 2013 concluyeron que tenían suficientes pruebas para condenar a 10 personas por secuestrar y obligar a Marita Verón a prostituirse en los burdeles de La Rioja. Los prostíbulos eran regenteados por los mellizos José “Chenga” y Gonzalo Gómez, junto a su madre Irma Lidia “Mamá Lily” Medina (fallecida antes de conocer la nueva condena).
En su voto hace hincapié en la importancia para la Justicia de trabajar estos casos con perspectiva de género y derechos humanos ¿Qué les aportó esta mirada a la hora de revisar la sentencia de la Sala II de la Cámara Penal de Tucumán y decidir la condena?
Trabajamos con todo el expediente, revisamos y leímos los mismos testimonios. La convicción surge de una interpretación de las declaraciones testimoniales (de las mujeres que vieron a Marita secuestrada y retenida por los proxenetas). La Cámara los consideró suficientes para decir que estaban frente a una red de trata de personas, con conexiones nacionales e internacionales, que debía ser investigada en La Rioja; pero no para establecer que se había cometido un delito contra esta joven (Marita Verón). Esto dejó afuera la complejidad delictiva a la que se estaban refiriendo. Trabajar estos casos desde una perspectiva de género nos permite entender que muchas veces estas personas no están en condiciones de volver a declarar, que eso es revictimizarlas, que ya pasó mucho tiempo (12 años) y hay que ver en qué condiciones y cuánto pueden recordar.
¿En qué consiste esta complejidad a la hora de buscar Justicia?
Estas testigos deben ser considerados de determinada manera: las contradicciones, las dudas, la falta de precisión en el tiempo y la forma de relatar los hechos es producto de lo vivido en situaciones de explotación sexual. Y esto debe ser abordado a la luz de las convenciones internacionales contra todas las formas de violencia contra la mujer, por ejemplo. Desde una perspectiva que es jurídica pero también transdisciplinaria.
¿Cuáles fueron esos aportes de otras disciplinas?
Fue un trabajo de bastante tiempo. Desde la sociología, desde la psicología, en la forma de valorar el relato de las víctimas. Y desde la historia con la introducción de la explotación sexual en Argentina a principios del siglo XX o en comparación con otras víctimas testigos como las del exterminio nazi. La historia no solo nos permite recordar lo que pasó sino que nos marca puntos de inflexión. La Justicia no puede tener una mirada abstraída del contexto que marca la psicología de las personas, sus relaciones históricas, económicas y sociales. Hay que entender qué significa consentimiento en determinadas circunstancias. Cuando uno entra a estudiar, si no perdés la capacidad de asombro, te das cuenta que estás ante la violencia de género en su expresión más fuerte.
Esas referencias a otras disciplinas están justamente en los fundamentos de su voto.
Es que también estoy ligada a la Universidad. Soy bifronte. Empecé borrando el pizarrón a los 20 años. Concursé todos los cargos y ahora soy titular de la Cátedra I de Derecho Procesal Civil y dirijo el Ateneo de Derecho Procesal Constitucional de la Universidad Nacional de Tucumán. El hacer cotidiano alimenta la investigación. Y el rigor científico contribuye muy fuertemente en la toma de decisiones judiciales. La ciudadanía necesita decisiones con explicaciones, con palabras sencillas, con un lenguaje que sea accesible para todos. Necesita un juez con responsabilidad social que mida las consecuencias de sus decisiones.
¿Los operadores judiciales están preparados para trabajar con perspectiva de género?
Se está haciendo camino al andar. En 2010 abrimos la Oficina de Violencia Doméstica y desde entonces pasaron por acá 10.000 personas. Y también hace dos años atrás abrimos la Oficina de la Mujer que trabaja en un relevamiento sobre cuáles son las condiciones en la que es recibida una mujer cuando trae su problema a la Justicia. Y también una mirada puertas para adentro sobre cuál es la situación de las mujeres que trabajamos en el Poder Judicial en la provincia.
¿Cuál es esa situación hoy?
Muchas veces las condiciones son diferentes según el género. Hay que seguir derribando muros porque a diario se ven situaciones de discriminación o desigualdad. A mí me han dicho: “Usted que es la primera mujer en la Corte…”. O “usted que es la primera en doctorarse con una tesis doctoral de tal cosa”. ¡Por suerte ya no se lo van a poder decir a nadie más que es la primera! Me lo dijeron y ahora la que venga, otra mujer que esté en esta situación, ya no va a tener que responder cómo se siente. Es un paso. Son tiempos de cambios importantes en todas las instituciones.
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