Tweet |
Fueron escritas en julio de 1976. Una es del obispo Enrique Angelelli, dirigida al entonces nuncio apostólico Pío Laghi, en la que le advertía: “Me aconsejan que se lo diga: nuevamente he sido amenazado de muerte”. La otra contiene el relato detallado, día por día, del asesinato de los curas Gabriel Longueville y Carlos Murias.
El 13 de junio pasado el juicio por el asesinato del obispo Enrique Angelelli, cuya sentencia dará este viernes el Tribunal Oral Federal de La Rioja, dio un vuelco trascendental. Esa mañana llegó un mail al Obispado de La Rioja desde El Vaticano, por orden del Papa Francisco. El correo electrónico traía adjuntos dos documentos vitales: una carta del obispo dirigida al Nuncio Apostólico Pío Laghi en la que advertía estar amenazado, y otra con el relato detallado, día por día, del asesinato el 18 de julio de 1976 de dos curas tercermundistas del pequeño paraje de El Chamical. Ese episodio fue juzgado y en 2012 fueron condenados a prisión perpetua el ex general Luciano Benjamín Menéndez, el ex comodoro Luis Fernando Estrella y el ex comisario general Domingo Benito Vera. A pocos días de la sentencia, los textos confirman que el crimen del “obispo Rojo”, como lo llamaban los militares y cierta prensa de la época, fue uno más de los más premeditados por la dictadura cívico-militar.
“Las cartas prueban, por un lado, la mendacidad de (Pío) Laghi, porque en eludió sus responsabilidades lindando con el encubrimiento”, dijo a Infojus Noticias Bernardo Lobo Bugeau, abogado querellante por la Secretaría de Derechos Humanos de Nación. “En el 2000, en una entrevista que le hizo la periodista Olga Wornat, Laghi se escandalizó de que lo acusaran de semejantes delitos. Ahora se sabe que tenía perfecto conocimiento todo lo que allí sucedía”, explicó al abogado.
Pio Laghi, muy cuestionado por el rol que cumplió en aquellos años, murió el 11 de enero de 2009. Cinco años después, los papeles girados por Francisco desde el Vaticano lo dejan muy comprometido: las cartas que Angelelli firmó de puño y letra fueron protocolizadas el 30 de julio de 1976. Se ve un sello en italiano, número de acta y folio. Esto significa que fueron recibidas e incorporadas al archivo oficial de la Iglesia Católica. El 4 de agosto el obispo sería asesinado en la ruta provincial 38, en las proximidades de Punta de los Llanos.
Los documentos
Marcelo Daniel Colombo, el obispo de La Rioja, escuchó por primera vez de esas cartas de boca del sacerdote franciscano conventual Miguel Ángel López. El religioso contó que unos días después del asesinato de los curas Gabriel Longueville y Carlos Murias y el laico Wenceslao Pedernera viajó a Roma cargando en su maleta un informe confidencial redactado por el obispo Angelelli. Colombo le pidió a Francisco por la posibilidad de rastrearlos. A los pocos días llegaron.
En la primera carta, dirigida a Laghi el 5 de julio de 1976 a su regreso de unas vacaciones por Europa, Angelelli lo advierte sobre el “asunto Costa”, como llamaba a algunos miembros de la ultracatólica organización “Los cruzados de la Fe de la Costa”. Eran un grupo de terratenientes entre los que hay familiares directos de Carlos Menem que atacaban públicamente al obispo Angelelli y las actividades de su diócesis. En 1973, lo habían corrido a piedrazos de Anillaco y en febrero de 1976 habían hecho un desfile con presencia militar en la capital.
Todo era reproducido con gran amplitud por el diario el Sol: en sus páginas se lo llamaba “el obispo Rojo”, “comunista”, “satanelli”. “El diario decía que había armas en el campanario, orgías, cualquier cosa. Extrañamente, todo ese archivo se quemó”, contó a esta agencia María Elena Coseano, sobrina de Angelelli y querellante en el juicio.
Angelelli describe con detalles, en torno a la situación de un cura a punto de morir de cáncer, cómo es desautorizado y contrariado por los jefes militares de la zona y miembros de “los Cruzados de la Fe”. Más abajo, enumeraba el hostigamiento en espiral que soportaban él y sus curas de parte de Osvaldo Bataglia, jefe del Batallón de Ingenieros en Construcciones 141:
-Suspendió la misa radial del obispo de la Catedral y la trasladó al Casino de Suboficiales del cuartel. La orden fue dada por el capellán militar Felipe Pelanda López, quien “sin mediar ninguna comunicación con el suscripto (…) asume en su homilía un papel que no le corresponde” opinando sobre “el delicado asunto de la Costa”. Le parece un “abuso y atropello a la misión de la iglesia”. Dice habérselo comunicado al presidente de la Conferencia Episcopal, Adolfo Tortolo. “Sólo recogí silencio”, concluye.
-Celebrar las fiestas patronales en Anillaco con “participación de tropas. Mi intervención lo hizo detener ante la celebración de la misa (…) aunque hicieron la procesión y discursos”.
-La “carta del padre Eduardo Ruiz”: el obispo riojano denuncia que el párroco de la pequeña localidad de Olta, que está preso, ha sido “obligado por los militares de La Rioja a escribir una carta a su obispo desde la cárcel en la que se me condena”. Después de varias versiones y vigilado por un coronel de apellido Malagamba, se la entregan el 20 de abril. “Al P. Ruiz le hice llegar mi palabra para que se quedara tranquilo. Fue moralmente torturado para que la escribiera”, le cuenta Angelelli a Pío Laghi.
-Luego describe la situación general de su diócesis y el Ejército: “Estamos permanentemente obstaculizados para cumplir con la misión de la iglesia. Personalmente, los sacerdotes y las religiosas somos revisados, requisados y allanados por la policía por orden del Ejército”. Angelelli se lo atribuye “principalmente al Ejército y a la persona del jefe y el segundo jefe: Pérez Bataglia y Malagamba”. A seis religiosas demoradas por la policía, advierte el obispo, se les dijo “eran sospechadas y que el mayor ideólogo marxista era el obispo (¡ridículo!) pero hasta esto llegamos”. Y termina: “Me aconsejan que se lo diga: nuevamente he sido amenazado de muerte”.
Sin dudas, el punto más duro es el que menciona los clérigos encarcelados: “está repleta de personas honorables; padres de familia; gente sencilla, están dentro muchos de ellos por el sólo ‘delito’ de ser miembros fieles y conscientes de la iglesia”, denuncia Angelleli ante el máximo representante de El Vaticano en Argentina. Y va más allá con una acusación muy pesada: “Una novedad para La Rioja: se tortura asquerosamente”. Luego relata una reunión con “el general Menéndez y el general Vaquero” en el comando del Tercer Cuerpo de Ejército: “Comprendí lo que significa que nuestros militares se sientan ‘Cruzados de la Fe’ y sientan que hay que unir CRUZ y ESPADA (sic) para matar a los enemigos de Dios de la Patria”.
Longueville y Murias
La otra carta era la crónica detallada del asesinato de los sacerdotes de El Chamical, Gabriel Longueville y Carlos Murias, y las gestiones hechas por el Obispado para saber de ellos. El 18 los van a buscar a la casa de dos hermanas en el Chamical “dos hombres de civil”. El día siguiente “ante un presunto secuestro” el obispado les ordena a las monjas hacer la denuncia en la policía. Y comunica a la Nunciatura apostólica, al presidente de la CEA, y al provincial de la Orden de Franciscanos Conventuales, a la que pertenecía el padre Carlos. El 20 aparecen los dos cadáveres y el obispado saca un comunicado que no sale en el diario por “expresa prohibición” de Bataglia. El 21 y el 22, Angelelli describe las gestiones sin suerte de dar difusión al hecho y la misa multitudinaria en el Chamical.
“Pensemos a tiempo todo esto para no tener que lamentar consecuencias muy dolorosas en un futuro muy próximo. ¿No quiero pintar negro el horizonte”, dice Angelelli. Y no le faltaba razón. El Nuncio, queda claro, no pensó en nada. Menos de un mes después Angelelli fue asesinado. El viernes, 38 años después, se conocerá la pena para los responsables. “Quedó muy claro lo del accidente con el que ellos quisieron tapar. Con 63 años estoy de pie. Tengo mucha ansiedad, pero también mucha esperanza. Será justicia”, dijo a Infojus Noticias su sobrina.
Tweet |