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Ni el represor, ni dos ex policías que pidieron hoy la palabra, pudieron aportar nueva información sobre los lugares que Barreiro marcó la semana pasada,donde habrían sido sepultados una veintena de vícitmas del centro clandestino La Perla. Declararon dos víctimas que pasaron por ese centro clandestino. Una de ellas contó cómo operaba el "Circuito Camps".
Después del cuarto intermedio de la penúltima audiencia del año, el ex mayor del Ejército Ernesto “Nabo” Barreiro, y los ex policías Luis Manzanelli y Hugo Herrera, pidieron la palabra para dar precisiones sobre los enterramientos clandestinos en la provincia de Córdoba durante la última dictadura cívico-militar. Los asistentes estaban expectantes, y el clima del juicio revuelto después de que la semana pasada, Barreiro, diera una lista de 19 cadáveres y tres lugares donde habrían sido sepultados como NN. Pero hoy, ni él ni sus compañeros agregaron precisión en los datos, a pesar de que señalaron imágenes satelitales en Google Earth, y por eso el Tribunal dispuso que no era necesario hacer una nueva audiencia de inspección. “Los jueces le pidieron que aportaran datos más precisos, con mayor exactitud, y entonces iban a evaluar hacer una inspección ocular”, le dijo el fiscal Rafael Vehils a esta agencia.
Ernesto “Nabo” Barreiro, había dicho que las víctimas habían sido sepultadas en los hornos de La Ochoa –cerca de La Perla-, la estancia de Menéndez donde ya se habían hallado restos humanos. Se trata de un grupo de tres hornos de cal situados en el predio de 14 mil hectáreas de la Guarnición Militar Córdoba, en el que el 21 de octubre pasado el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAFF) encontró restos humanos -aún no identificados- y actualmente realiza tareas de prospección en uno de ellos. Pero sobre los otros dos lugares que señaló, no había demasiadas precisiones. “De los que dio Barreiro la semana pasada, jurídicamente no hubo hasta ahora ninguna consecuencia”, completó Vehils.
“Miren la joyita que encontramos”
En la primera parte de la audiencia, por la mañana, se presentaron dos testigos nuevos que dieron detalles sobre el infierno que vivieron en La Perla. La primera testigo fue Irma Inés Samosiuk, que fue secuestrada el 2 de abril de 1976 junto a su compañero Luis Cristóbal Rodríguez, que sigue desaparecido. La mujer contó ante los jueces que tenía un embarazo avanzado, de ocho meses de gestación, la madrugada que la que la patota del Ejército llegó violentamente a su casa del barrio Los Plátanos. Ella estaba con su compañero y una amiga, “La negra” Gabriela Carabelli. Cuando los secuestradores la vieron sonrieron. “Miren la joyita que encontramos”, dijeron al verla. Gabriela, doctora en Física y militante del PRT-ERP, era muy buscada y por esos días estaba preocupada porque su compañero Wenceslao Vera no había vuelto a casa. A los tres los llevaron directamente a La Perla.
La testigo recordó al centro clandestino, y esa noche, como un infierno. A la mañana siguiente la llevaron a despedirse de su marido. “Me besó, me abrazó, me encomendó que me cuidara y tuviera bien a nuestra beba... y me dijo que me iban a matar”, relató Samosiuk. Cuando la liberaron, todavía con la venda puesta, le dijeron:
- No te hagas la pelotuda o te sacamos el chico con un cuchillo.
Su hija nació unos días después, pero nunca más vio a Luis Cristóbal. Con el tiempo formó una nueva pareja, y tuvo otros dos hijos, pero se juramentó algo que repitió hoy, ante los jueces: “yo nunca dejaría de buscar a mi marido, y lo sigo haciendo, hasta hoy”.
En la Perla, Irma también escuchó a "La Negra" Carabelli. Hoy recordó que “tosía y se ahogaba”. Cuando se despidieron, Carabelli le dijo a la testigo dónde se encontraba su hija Astrid, la hija de tres años que había sido secuestrada junto con ella, un pedido que terminaría por salvarle su identidad. “Tiempo después me encontré con la fotografía de Astrid en una pancarta en Plaza San Martín. Su tía la estaba buscando y así pude acercarme a la familia para decirles dónde estaba”, contó hoy la testigo.
Irma terminó relatando cómo habían sido los años que siguieron, con su pareja desaparecida y con ella cargando a cuestas el recuerdo de su propio cautiverio. “Estando embarazada fui a los cuarteles, a la cárcel, a las iglesias. A todos lados donde pude. Por supuesto me sacaban corriendo. Cuando nació mi hija fue lo más terrible. No se podía decir nada, para mi hija fue terrible”, relató. En los primeros años, no le decía a su hija que su padre estaba desaparecido. “Recién en democracia comenzamos a decir algo”.
La segunda testigo fe Nilda Eloy, una mujer que fue secuestrada en La Plata y pasó por más de cinco centros clandestinos del llamado “Circuito Camps”. “Para nosotros, el testimonio de Nilda Eloy fue muy significativo, porque corroboró la coordinación aceitada que tenían los aparatos represivos de distintas jurisdicciones del país”, explicó Vehils a esta agencia. Uno de los chupaderos por los que pasó Eloy fue el “Infierno”, como se conocía a la Brigada de Investigaciones de Lanús, que tenía sede en Avellaneda. Allí vio a Mario Salerno, quien le confió que iba a ser trasladado a La Perla. “Estuvimos cuatro días, sin siquiera agua. Después de eso se llevaron a un grupo y tiempo después, estando legalizada en Devoto, pude contactarme con una de las compañeras que había estado en ese grupo”, testificó Eloy. Esa mujer le contó que los detenidos habían sido llevados a Córdoba, a La Perla. También le contó que quien los había recibido en el centro clandestino es quien hoy acapara la atención pero sin dar información útil: el “Nabo” Barreiro.
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