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Los ex magistrados Otilio Romano, Luis Miret, Guillermo Petra Recabarren y Rolando Carrizo y una treintena de ex policías y militares están acusados por violaciones a los derechos humanos de más de doscientas personas.
Al entrepiso del Palacio Policial, frente a la plaza, donde funcionó un centro clandestino de detención, llevaron a tres niñas de 5, 8 y 12 años. Las tuvieron allí y les hicieron ver a su papá torturado. Esa fue la última imagen que las chicas se llevaron de él, el abogado Jorge Vargas Álvarez, que integra la lista de desaparecidos. Esto declaró ayer su hermano menor, Luis Vargas Álvarez, llorando durante buena parte de su testimonio. También contó cómo fue que lo secuestraron y torturaron para que les dijera dónde estaba Jorge y cómo fue que la menor de sus sobrinas, María Josefina, se disparó mientras jugaba con un arma de fuego y murió. Fue poco después de salir de ese entrepiso, donde funcionaba el Departamento de Inteligencia de la Provincia de Mendoza (D-2).
Se trata de la causa donde se juzga la responsabilidad de ex jueces, militares y policías involucrados en los procedimientos ilegales realizados en la provincia durante la última dictadura cívico militar. Los ex magistrados Otilio Romano, Luis Miret, Guillermo Petra Recabarren y Rolando Carrizo y una treintena de ex policías y militares están acusados por violaciones a los derechos humanos de más de doscientas personas.
Luis es el menor de los tres hermanos Vargas Álvarez. Todos vivían en San Juan. A Luis lo secuestraron para que dijera dónde estaba su hermano, que ya se había escondido y fugado hacia Mendoza. Lo llevaron a la cárcel de Chimbas, en San Juan, donde estuvo esposado junto a José Luis Gioja, actual gobernador de San Juan, contó ayer por la mañana ante el Tribunal Oral Federal Nº1 de Mendoza.
Jorge, abogado y militante de Montoneros, estaba viviendo con su mujer, María Luisa Sánchez Sarmiento, en la casa Juan José Galamba y su esposa Alicia Morales de Galamba. La noche del 12 de junio de 1976, un grupo de tareas de la Policía de Mendoza llegó a la casa de Galamba. No los encontraron pero los esperaron allí. Cuando iba llegando, se dieron cuenta de que había una “ratonera” para atraparlos y trataron de escapar. Los policías les dispararon e hirieron a Vargas Álvarez y lo detuvieron. Galamba pudo escapar pero fue secuestrado en mayo de 1978.
Sánchez Sarmiento y Morales fueron llevadas junto a sus hijas al D 2. A una semana de la detención, Sánchez Sarmiento vio a su marido golpeado, sin dientes, con varios disparos en el cuerpo y casi en estado de postración. “Quemado además con cigarrillos, hablando con extrema dificultad y en estado de total postración. Esto a una semana de su detención", declaró Morales, en 1984, ante la Comisión Bicameral de Derechos Constitucionales. Lo mismo vieron las hijas del matrimonio. Eso fue parte de la tortura para Vargas Álvarez y, también para las niñas, declaró ayer Luis.
Al término de la declaración, el abogado Pablo Salinas pidió que si investigue el secuestro y torturas de Luis, que hasta ahora no fue investigado.
También declaró María Inés Platero, esposa de David Blanco -murió en febrero de 2011-, que fue detenido y torturado en el D 2 por su doble condición de militante de la Juventud Universitaria Peronista (JUP) y delegado del Banco de Mendoza. En su declaración de diciembre de 2010, Blanco contó el 2 de junio de 1976 fueron a su casa a buscar a Rosa Gomez, quien en ese momento vivía allí. No la encontraron y lo llevaron a él.
“Fui hasta el edificio de calle Belgrano donde funcionaba el D2. Allí me dejaron sentado esperando hasta que me hicieron pasar a un pasillo, me llamó una persona, me puso contra la pared hasta que me vendaron los ojos y me llevaron a un calabozo, allí espere un par de días y el lunes empezaron los interrogatorios sobre distintas personas, algunas que conocía y otras no. Estos interrogatorios fueron con apremios ilegales y lo denuncie en la causa Roque Argentino Luna”, contó Blanco en esa declaración.
Ayer, su esposa, que estaba embarazada cuando Blanco fue detenido, dijo que en la búsqueda de su marido llegó hasta un sacerdote, de quien no recordaba el nombre, quien le dijo que estaba vivo en el D 2 y que le empezara a llevar ropa y comida a su marido. Nunca le dieron nada pero ella podía tener algunas noticias de él. Pudo comprobar que estaba vivo cuando le preguntó a una mujer policía que recibía la ropa qué nombre quería Blanco que ella le pusiera al hijo. Al día siguiente le dijo: Laureano Salvador.
“Lo vi brutalmente torturado”, dijo Platero de Blanco al describir cómo estaba su marido el día que la llevaron, junto a su bebé, a verlo en un pasillo del D 2.
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