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“Marimosa y las Hormigas” es un cuento infantil inspirado en el relato de las sobrevivientes que compartieron el cautiverio con Silvia Muñoz, militante de la organización Montoneros que fue secuestrada cuando estaba embarazada de pocos meses. Su mamá Leda Barreiro de Múnoz, presidenta de Abuelas filial Mar del Plata, todavía busca a su nieto.
Son tres mujeres que fueron secuestradas y detenidas durante la última dictadura cívico-militar. Conocieron a Silvia durante su cautiverio en los distintos centros clandestinos de detención. No se conocen entre ellas, pero sus relatos coinciden: “Silvia cantaba para darnos fuerza y no mataba a las hormigas que había en la celda porque decía representaban la libertad que nos habían quitado”. Esas anécdotas de Silvia en medio del horror y que su madre pudo recolectar, son el germen de “Marimosa y las Hormigas”, un cuento infantil escrito por Marisa Potes y con ilustraciones de Adrián Icasati en el cual las mariposas son secuestradas por un “bicho muy grande” que las encierra porque les tiene miedo y son coloridas. Pero ellas se abrazan a la libertad y la esperanza a través de las hormigas que pueden salir y entrar de las pequeñas celdas.
Silvia estudiaba Psicología y militaba en la Juventud Peronista Universitaria (JUP) en Mar del Plata. Cuando se produjo el golpe de Estado, ya había pasado a la clandestinidad junto a su pareja Gastón Larrieu y vivían en un departamento en La Plata. Poco antes de la Navidad de 1976, Silvia quedó en reunirse con su mamá, Leda Barreiro, porque tenía “un regalo muy importante para hacerle”. Pero Silvia nunca llegó a la cita, fue secuestrada el 22 de diciembre.
Lo que Silvia tenía para contarle a su mamá es que estaba embarazada. Eso fue lo que le dijo, poco después, Gastón, que no quiso irse de La Plata sin Silvia. La buscaron por toda la ciudad y, tiempo después, fue secuestrado y permanece desaparecido.
Leda y su marido Alberto ya conocían qué significaba la militancia de su hija y los riesgos que ello implicaba en medio del golpe de Estado. Tenían otros dos hijos: Fabián, el más chico, vivía con ellos, y Alberto, el del medio, estaba detenido desde finales de 1975 en Mendoza junto a su esposa y su hijita de pocos meses. En una de las tantas visitas, Leda se enteró que a su hijo lo habían trasladado a la Unidad Penal 9 de La Plata y a su nuera a Devoto. No supieron nada de la bebé, hasta que algunas internas de la cárcel les dijeron que había sido entregada a los abuelos maternos.
Silvia fue vista en la Brigada de Investigaciones y en la comisaría quinta de La Plata, en el Pozo de Arana y en el Pozo de Banfield, los centros clandestinos de detención del Circuito Camps.
Adriana Calvo fue secuestrada el 4 de febrero de 1977 en La Plata cuando estaba embarazada de 6 meses, y compartió con Silvia las mismas sucursales del infierno. En un traslado al Pozo de Banfield dio a luz a Teresa. Fue liberada en abril de ese mismo año.
Cantar y contar
Al poco tiempo de recuperar la libertad, Adriana se encontró con Leda, que ya había comenzado a buscar al hijo o hija de Silvia y empezaba a germinar Abuelas de Plaza de Mayo. Le sorprendió saber que Silvia cantaba a través de los tubos de respiración de la celda para llegar a las otras detenidas. “Silvia cantaba muy mal, pero antes de ser secuestrada Gastón, que tocaba la guitarra, le había enseñado a entonar. Adriana me dijo que cantaba Mi cajita de música y Mamá angustia, canciones que le había enseñado Gastón”, contó Leda el jueves pasado en la presentación de Marimosa y las Hormigas.
A mediados de los 90, durante una presentación de una muestra artística en el Teatro Auditorium, Leda escuchó un nuevo relato acerca de Silvia. Una mujer, que a los 17 años había sido secuestrada durante una marcha de estudiantes en La Plata, estuvo en el Pozo de Arana con Silvia. Le contó que cuando a ella la liberaron tenía puesto ropas de sus compañeras aún detenidas y que la idea era llevarle cada prenda a cada familia, pero cuando regresó a su casa estaba tan llenas de piojos y pulgas que sus padres quemaron toda la ropa sin saber lo que eso significaba. De Silvia llevaba un buzo de plush que Leda recordó de inmediato porque era de ella y se lo había dado a su hija.
“Esa mujer que en ese entonces era muy joven me contó que Silvia le decía que ella iba a salir que no se pusiera mal y que cuando saliera tenía que contar porqué estaban ellas allí. No lo triste y lo horrible del cautiverio, sino los motivos por los que las habían encerrado”, rememoró Leda.
Libres como las hormigas
El director de Derechos Humanos, José Luis Zerillo, escuchó a Leda contar la anécdota de Silvia y las hormigas durante una charla en una de las ediciones de la feria del libro infantil. Pensó que había que hacer algo con esa historia: un cuento para chicos fue la mejor idea.
La escritora Marisa Potes y Leda mantuvieron varios encuentros. De a poco, la mamá de Silvia trajo al presente los detalles de aquellas historias contadas por las compañeras de su hija: la esperanza, la resistencia y el sentimiento de libertad a pesar del encierro, fueron la base para Marimosa y las Hormigas, que publicó la Dirección para la Promoción y Protección de los Derechos Humanos del Municipio de General Pueyrredon y será repartido a las escuelas primarias y jardines de infantes de Mar del Plata.
“La libertad lo es todo, pero para lograrla hay que luchar porque nada es regalado. Si lo sabremos las abuelas que todavía buscamos a nuestros nietos para que sean libres”, concluyó Leda ante un teatro lleno de chicos, al finalizar la presentación del libro.
FD/PW
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