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Gabriela Sosti, fiscal del juicio contra tres hombres de inteligencia que tendrá su veredicto el próximo jueves, reconstruyó el funcionamiento del Batallón 601 y reinsertó en esa trama los secuestros a tres empresarios. En una entrevista con Infojus Noticias, anticipó que en su alegato pedirá que se investigue a todos sus miembros como a una inmensa asociación ilícita “con varias células”.
La fiscal federal Gabriela Sosti está convencida de que los tres hombres que oirán un veredicto el próximo jueves por su participación en tres secuestros extorsivos no son otra cosa que la punta del ovillo: una hendija abierta para develar, acaso, la asociación ilícita más grande y más eficaz que actuó durante el terrorismo de Estado: el Batallón de Inteligencia 601. “Se genera una paradoja en esta causa. Hay como un foco muy ampliado para condenar a tres tipos que –salvo Sánchez Reisse, que estaba más calificado porque conocía el funcionamiento de las operaciones financieras-, eran cuadros menores. La pregunta era cómo acusarlos por una asociación ilícita que se encargaba de combatir lo que llamaban “subversión económica”, y se ocupaban de exportar la represión a Centroamérica. El hueso es muy poquito”, dice la fiscal en un diálogo con Infojus Noticias. En el debate oral se juzgó a Leandro Sánchez Reisse, Rubén Bufano y Arturo Ricardo Silze (Carlos “el Japonés Martínez fue apartado por su estado de salud) por conformar una organización dedicada a secuestrar empresarios bajo el paraguas de la dictadura. Eran los secuestros de los financistas Fernando Combal, Alberto Martínez Blanco, Ricardo Tomasevich y Carlos Koldobsky.
Su mirada más integral acerca de la resolución del juicio, redirigió la conversación hacia algo que viene pensando desde que hace seis años la nombraron al frente de una fiscalía ad hoc que investiga las articulaciones subterráneas de la dictadura cívico-militar: “No es posible pensar el exterminio que ocurrió sin el papel central de la inteligencia. Y Bufano y Silze eran agentes Especiales de Inteligencia, habían hecho un curso en la escuela de guerra de Campo de Mayo para interrogar. Y este juicio fue una puerta más que se abre para leerlo en esa clave”.
-¿Y cuál era la función específica del Batallón 601?
-Del gran aparato de inteligencia de la dictadura, el Batallón 601 era el brazo armado: como las SS del nazismo. Tenía su personal estable, pero también había gente de la policía federal, gente del Ejército y gente de la Armada. Se llamaba la comunidad de informativa. Y tuvieron como objetivo cometer distintos delitos. En una primera etapa fue perseguir y torturar militantes políticos dentro de los centros clandestinos, después fue buscarlos afuera (como en la causa de la Contraofensiva, donde se condena a gente del Batallón como miembros de una asociación ilícita), mientras que otro fue exportar la represión. Los secuestros de empresarios se inscriben en esa lógica: seguir financiando parte de esa represión exportada. De cada una de esas actividades ilícitas se encargaban distintas células que eran intercambiables. Por eso en mi alegato yo no lo califico como una banda, y termino pidiendo que se abra otra causa para investigar a todos sus miembros como una gran asociación ilícita.
-Para caracterizar el funcionamiento del Batallón 601 y la etapa de la represión ilegal, usted se apoya en investigaciones académicas, periodísticas, y causas viejas. ¿Por qué?
-Cuando pensás una causa en función del alegato de un juicio, automáticamente -esto es medio yanqui- una construye lo que se llama la teoría del caso. Vos tenés una hipótesis y a partir de eso la vas apuntalando con pruebas. Cuando recibí la causa, tenía diez días para ofrecer prueba y el expediente era un hueso casi pelado: tres secuestros que no se configuraban demasiado como una asociación ilícita. Yo había leído cosas sobre la represión en Centroamérica, y si bien sobre el Batallón no hay nada escrito, ya tenía una mirada. Yo estaba convencida de que estos secuestros no eran de parte de la maldita mano de obra desocupada de la que hablaba (Guillermo Patricio) Kelly, eso había quedado atrás.
La “subversión económica”
Después de arrasar con la “subversión política” en los tres primeros años de la dictadura, la Junta Militar apuntó hacia un blanco distinto, que llamaron “la subversión económica”, que acusaban de corrupción y de manejar los dineros de la guerrilla. Esta etapa fue a partir de 1979, al mismo tiempo que comenzaban a desmontar los centros clandestinos. Sosti debía rodear los secuestros que tenía en su expediente con el contexto de aquella variante represiva. Para eso, se transformó en una arqueóloga buscando rastros enterrados en el pasado, pero también fragmentos dispersos en juzgados y archivos judiciales.
- Yo pedí una instrucción suplementaria. Pedí libros. El de Armony me abrió mucho la cabeza. También leí todas las notas de García Lupo sobre el tema, y con eso tenía una hipótesis. Pero después pedí que me mandaran otras causas para ver qué había pasado con las investigaciones de los secuestros extorsivos en los ’80. Cuando llegó la causa “Combal”, que yo no sabía qué tenía, veo declaraciones de todos los milicos, como Gatica, y encuentro la declaración de Sánchez Reisse en 1987 en el Senado de Estados. Por eso desempolvar causas viejas me fue muy útil. Por dos razones: primero porque en aquellos tiempos regían las leyes de impunidad y los represores se animaban a hablar. Y por otro lado, porque a los tipos les convenía, por un montón de razones, decir ‘yo estaba cumpliendo órdenes’. Decían ‘yo no me quedé con la plata, esto era una orden de servicio’. Y cuando me llegó la causa yo ni siquiera tenía a Silze y a Bufano, los detuvieron después. Cuando los tuve a ellos, dos tipos acreditados por legajo que pertenecieron al 601, ya tuve más.
Sosti explica la recaudación de los secuestros no como un botín privado, sino como un aporte al financiamiento de operaciones secretas de los espías argentinos en el exterior, y la colaboración con grupos armados que buscaban neutralizar a las guerrillas que proliferaban en varios países de América Central. En su alegato, la fiscal cita a varios altos mandos del ejército que lo dijeron a voz en cuello. El coronel Roualdes, en noviembre de 1978, le transmitió a una de las personas que tenía secuestradas en Campo de mayo -Bernardo Duggan- que “ellos ya habían terminado con la subversión y ahora harían lo mismo con la subversión económica”.
Sánchez Reisse contaba en el Senado de EEUU cómo se había financiado con treinta millones de dólares las operaciones en Centroamérica. Y que usaban para blanquearlos dos cuevas en Miami que había montado Guglielminetti. Y aportes privados, como el de (Carlos) Blaquier, el dueño de Ledesma, que envió 250.000 dólares. Lo dice el propio Sánchez Reisse. Pero por otro lado, tampoco es el fin de la causa judicial: a mí no me importa dónde fueron a parar esos millones.
-¿Qué le deja este juicio?
- Hay una explicación en el Senado de Sánchez Reisse, de por qué perseguían a financistas. Él dice: ‘El marxismo buscaba corromper la moneda, y eso genera una crisis en la economía que posibilita la toma del poder’. Eso estaba en la cabeza de los tipos: propiciaban la toma del poder por los Montoneros. Y encima, a la sazón –o no- esas financieras estaban en muchos casos en manos de judíos. Y este sector del Ejército era nazi. La arianización de la economía también fue una impronta y un deseo.
-¿Cree que el tribunal va a tomar en cuenta su visión sobre la causa?
-Yo creo que ahora el tribunal tiene una letra para condenarlos. Puede tomarlos o no, porque son muchísimos indicios. Pero no le va a ser tan fácil dejar sin condena a estos tipos.
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