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Luis Miguel Estrella se refirió a la "escena del crimen", enseguida se rectificó y habló de la "del accidente". Volvió a apuntar contra Arturo Pinto, acompañante del obispo. Menéndez, por teleconferencia, se quejó de que pasó de ser testigo a imputado. Y habló de una "campaña" de los testigos.
“Todos los testigos convocados por la fiscalía dijeron que la escena del crimen no cambio… perdón, la escena del accidente”, dijo el ex vicecomodoro Luis Miguel Estrella, segundo jefe de la Base Aérea del Chamical (CELPA), mientras intentaba esta mañana explicar su inocencia en el asesinato del obispo Enrique Angelelli. La sala del quinto piso del edificio del correo, que se había colmado para asistir a las últimas palabras de los dos imputados, dejó escapar risas socarronas, murmullos, y estalló en un aplauso. “Este es el contexto histórico en el que me toca vivir”, se quejó Estrella. El percance había desacomodado el tono marcial y firme que venía manteniendo en su arenga.
Un rato antes, el primero en hablar había sido Luciano Benjamín Menéndez. Fue fiel a su costumbre: el ex jefe del Tercer Cuerpo de Ejército suele declamar su inocencia y desacreditar el proceso, las partes o los testigos en la víspera de casi todos los juicios en los que ha sido condenado como el ideólogo de los secuestros, las torturas y las muertes en diez provincias del noroeste argentino que estaban bajo su mando. “Soy inocente. No tuve nada que ver con la muerte de monseñor Angelelli”, dijo por teleconferencia desde la Cámara Federal de Córdoba, adonde asistió en los tramos vitales del debate. “Vine a este juicio convencido de que tenía que testimoniar lo que supiera sobre la muerte de Angelelli, bien entendido que había acaecido en un desgraciado accidente en la vía pública” dijo el ex general. Y agregó: “Y yo, que viene a informar sobre el accidente, que es nada, me convierto en su autor, y de testigo paso a ser imputado”.
Relató que cuando lo supo, se comunicó con los interventores militares de la provincia, con el jefe del Batallón 141 con sede en La Rioja, Osvaldo Pérez Battaglia y con el comodoro Aguirre, a cargo de la Base Aérea de El Chamical (Celpa), todos fallecidos durante los 38 años que duró el proceso judicial. “Ninguno de ellos sabía nada. Les encargue que investigaran con todos sus medios lo que había sucedido.Concluyeron que en el hecho no había habido acción de ninguna clase de agentes externos, y que era por una mala maniobra de quien viajaba con Angelelli”, afirmó, insistiendo en la repetida versión del accidente automovilístico.
Después, Menéndez habló de una “campaña en la que un montón de testigos dicen que apareció un auto encerrándolo, otros testigos o pseudotestigos dijeron que al obispo lo habían matado a golpes. Otros arman tesis sobre un automóvil que siguió viaje sin auxiliarlos”. Esos fabuladores, según la visión del ex general inventaron también “un par de reuniones mías con Angelelli. Yo no lo conocí a Angeleli, nunca estuve reunido con él, nunca hablé con él”, dijo. No pudo desmentir, sin embargo, que esas reuniones quedaron plasmadas en las cartas que el propio Angelelli le dirigió –y nunca respondió- el nuncio apostólico Pío Laghi, y que fueron aportadas por el Vaticano como documentación vital en las últimas audiencias del juicio. “Esas campañas apuntan a presentarme como un ridículo, a mí, que pertenezco al ejército nacional, que estuvo siempre adornado de un sentimiento republicano de libertad e igualdad”, se despacho, sin sonrojarse.
Estrella, en tanto, fue más lejos. Ratificó el falso testimonio de Pinto, que viajaba en el asiento del acompañante de la camioneta de Angelelli la tarde de la encerrona, y sobrevivió para contarlo. “Arturo Pinto manejaba, y mintió para no ser imputado por homicidio culposo”, acusó. “Soy inocente, a quienes me acusan les cabe el perdón. Mientras se me acusa de un hecho que no cometí, no conocí ni participé, yo me ocupaba de los problemas de la Rioja”, y tuvo un párrafo laudatorio por no haber echado a ninguno de los directores de área del ministerio de hacienda y obras públicas que dirigió durante la intervención militar de la provincia.“Todo el personal se sintió reconfortado porque en lugar de echarlos los ratifiqué”.
Después dedicó un párrafo aparte al fiscal y a los abogados querellantes. Al fiscal ad hoc Darío Ibáñez, lo acusó de haber “tramado una vil mentira” y cuando hablaba de los testigos convocados se le escapó esa frase: “Ninguno dijo que la escena del crimen no cambio…perdón, la escena del accidente”.
En la puerta de los tribunales, María Elena Coseano, sobrina de Angelelli y querellante particular, lo calificó como un “psicópata que le echó la culpa a Pinto de haber matado a mi tío. Yo lo perdono, como él nos perdona a nosotros”. Arturo Pinto, con su andar sereno y su sencillez pueblerina, le dijo a Infojus Noticias: “A mi me deja tranquilo las acusaciones, porque han transcurrido 38 años y hoy, la gente está convencida que lo mataron. No se fue al olvido Angelelli, a la muerte. Esto es vida. Tergiversar la verdad es el método. Esta tarde esperamos que la justicia confirme la verdad”.
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