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José Francisco Bujedo y Narciso Ángel Racedo, ambos miembros del Servicio de Inteligencia Naval y árbitros de fútbol, detuvieron y después secuestraron al militante peronista Edgardo Gabbín durante un partido en Mar del Plata, en 1977. Los dos serán juzgados a partir del próximo 21 de abril junto a otros represores.
Cuando el árbitro José Francisco Bujedo detuvo el partido, Edgardo Gabbín se sorprendió. No había visto ninguna falta y la pelota estaba en pleno juego en la cancha del Club Nación de Mar del Plata. El hombre vestido de camiseta y pantalón corto negro se le acercó y entonces sí, Gabbín supo que había perdido. Bujedo ordenó a la custodia de la Montada que lo detuviera. Escoltado por más de un policía fue llevado al vestuario de los árbitros mientras se reanudaba el partido del Torneo Ciudad de Mar del Plata. Era el domingo 9 de enero de 1977 y ése fue el punta pie inicial del cautiverio de Gabbín y de una historia de árbitros miembros del Servicio de Información Naval.
Casi cuarenta años después, Edgardo Gabbín recuerda para Infojus Noticias que aquel domingo de enero, cuando llegó a la cancha de Nación, reconoció enseguida a Bujedo. “No me preocupé porque yo estaba muy cambiado físicamente”, contó. Es que Gabbín había hecho, en 1974, el servicio militar en la Escuela de Suboficiales de Infantes de Marina (ESIM) y ahí se había cruzado con Bujedo. Para entonces ya era militante del Peronismo de Base y sus responsabilidades como militante lo llevaron a pensar en acortar su estadía como conscripto. Una noche que le tocó guardia saltó el alambrado y se fue. Gabbín fue declarado desertor. Eso, más su actividad militante, lo llevaron a pasar más de tres años en la clandestinidad.
Así y todo decidió jugar el torneo de fútbol para el equipo del barrio Libertad. Sentado en el vestuario, esperó. En ese mismo partido, acompañaba a Bujedo en la terna arbitral Narciso Ángel Racedo, también miembro del SIN. Los dos se presentaron ante Gabbín y se lo llevaron en un auto. El destino: la pensión en la que el militante estaba parando. En el camino le hicieron preguntas sobre su militancia y le dijeron que tenía que presentarse al día siguiente en una dirección del barrio San Carlos, en Mar del Plata, con la promesa de que le devolverían su documento, retenido por la Armada después de su deserción. “No me quedaba otra que ir, mi situación estaba cada vez peor, llevaba tres años clandestinos, vendía cartones para sobrevivir, no daba para más”, contó Gabbín.
José Francisco Bujedo
Cuando llegó a la dirección que le dieron lo recibió Bujedo. Había otras dos personas. “Estirá las manos”, le dijeron, y Gabbín lo hizo. Lo único que escuchó después fue el sonido de las esposas ciñéndose a sus muñecas. El siguiente destino de Gabbín fue el cautiverio. En la ESIM primero, después la Base Naval donde fue alojado en el segundo piso del edificio perteneciente a la Agrupación Buzos Tácticos, donde fue torturado. El siguiente destino fue una cárcel en Capital Federal. Ahí le notificaron que quedaba bajo la tutela del Poder Ejecutivo de la Nación. Sin embargo, eso no significó el final del camino. Transferido a la Base Naval de Puerto Belgrano, pasó más de un mes encerrado en la sala de máquinas del Buque General San Martín. Ahí pensó en el suicidio. A mediados de febrero llegó la libertad, pero la sombra de los servicios de inteligencia no lo abandonaría, ni siquiera con el retorno de la democracia.
Dos hombres de negro
La jerarquía que en el campo de juego ponía a Bujedo sobre Racedo, en la Marina se invertía. Para 1977, ambos eran suboficiales de inteligencia, pero Racedo, de 37 años, funcionaba como jefe del grupo de tareas.
Según consta en el auto de elevación a juicio oral que lo tiene como imputado por delitos de lesa humanidad, Racedo “ocupó un cargo en la Central de Inteligencia de la Base Naval de Mar del Palta, en el período comprendido entre el 15 de diciembre de 1975 y el 21 de febrero de 1977”. En ese marco, la Fiscalía Federal le adjudica haber participado de allanamientos y detenciones de militantes políticos, adjudicándole una participación activa en los secuestros y torturas durante los interrogatorios, pero también en las entrevistas con familiares de las víctimas. Así, la Justicia le adjudica a Racedo haber actuado en la “división encargada de recoger la información necesaria para la actuación eficiente de la Fuerza de Tareas Nº6”.
El 15 de febrero de 2013, los jueces Nelson Jarazo, Alejandro Esmoris y Jorge Michelli condenaron a Racedo, alias “Comisario Pepe” a 12 años de prisión por ser coautor del secuestro y torturas de detenidos desaparecidos en la Base Naval de Mar del Plata donde cumplía funciones bajo las órdenes de Julio César Fulgencio Falcke. Durante el juicio conocido como Base Naval 2, el hombre que supo ser un cazador implacable llevaba en el cuello un rosario de madera. Desde entonces está con prisión domiciliaria en Punta Alta, donde los vecinos hasta su detención en 2008 lo conocían como uno de los árbitros más destacados de la Liga del Sur. Incluso, según consigna Página/12 en una nota de noviembre de 2008, durante los 80 fue dirigente de la Asociación Bahiense de Árbitros.
La noticia de la detención de Racedo debió alertar a Bujedo que durante la administración de Eduardo Benedetti al frente del Ente Municipal de Deportes –intendencia del radical Daniel Katz– supo ser empleado municipal y docente en la escuela marplatense de árbitros. En mayo de 2011 fue detenido por su actividad en la ESIM “vinculado al Servicio de Inteligencia de la Base Naval, entre otras en funciones operativas vinculadas a la lucha contra la subversión en el Grupo de Tareas 6.2”, dice su imputación. Bujedo gozaba del beneficio de prisión domiciliaria en la casa de su pareja en Mar del Plata. Una investigación periodística publicada en el diario El Atlántico lo descubrió en septiembre 2013 saliendo sin ningún permiso judicial. En menos de 48 horas el juez Federal Santiago Inchausti ordenó su traslado la cárcel de Marcos Paz.
Ambos serán juzgados, junto a otros represores, en el tercer y cuarto tramo de la causa Base Naval que comenzará el 21 de abril. Algunos sobrevivientes de ese centro clandestino de detención marplatense señalaron a Racedo participó de abusos sexuales y violaciones a las cautivas.
De espía a fomentista
El día que Gabbín volvió a Mar del Plata después de su liberación en Puerto Belgrano, volvió a verse con Bujedo. El agente del servicio de Inteligencia de la Armada lo estaba esperando en la terminal de ómnibus. “En la Terminal de Mar del Plata me esperaba el comité de bienvenida. Bujedo junto a otras personas. Me dijo que no apareciera nunca más por Batán y que me iban a tener vigilado”, contó Gabbín.
Por años el sobreviviente no supo nada de su verdugo. Su actividad como militante continuó y una vez que volvió la democracia fue la actividad barrial donde Gabbín se refugió. Casualmente Bujedo hizo lo mismo. Mientras seguía su carrera arbitral en la Liga Marplatense de Fútbol, la Sociedad de Fomento del barrio San Carlos –ese mismo al que el sobreviviente tuvo que ir por su documento y salió secuestrado– lo tuvo como vicepresidente.
Gabbín decidió contar su calvario en una de las audiencias del Juicio por la Verdad que se hizo en 2007 en Mar del Plata. Llamativamente, unos días antes, recibió una invitación a una charla de fomentistas firmada entre otros por el hombre que en plena dictadura cívico militar lo sacó de un partido de fútbol para convertirlo en detenido desaparecido.
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