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La politóloga, radicada en México, declaró por séptima vez en un juicio de lesa humanidad. Hoy lo hizo desde el consulado argentino en ese país. Estuvo detenida ilegalmente por un año y su esposo sigue desaparecido. Escribió una obra fundamental para entender el funcionamiento de la maquinaria de los centros clandestinos: “Poder y desaparición”.
Es la séptima vez que la politóloga Pilar Calveiro declara en juicios de lesa humanidad. Esta tarde lo hizo ante el Tribunal Oral Federal Nº5 de Comodoro Py por su secuestro en la ESMA. Lo hizo vía videoconferencia desde México, su país de residencia desde que se exilió en 1978. También habló de su detención en otros tres centros clandestinos: Mansión Seré, la comisaría de Castelar y en la casa Servicio de Inteligencia Naval. En este juicio se juzgan a 66 represores por los delitos de lesa humanidad ocurridos en la ESMA durante la última dictadura militar.
Después de estar detenida desaparecida por un año y medio, se exilió en México y no volvió a vivir en Argentina. Solo viaja al país para visitar amigos o por presentaciones de libros, muchos de sus trabajos son sobre el terrorismo de Estado. Su obra “Poder y desaparición. Campos de concentración en Argentina” ya es un clásico, una recopilación de testimonios de sobrevivientes de la última dictadura y se estudia en las universidades.
En 2010, Calveiro testimonió en el primer juicio de ESMA. Por una acordada de la Corte Suprema de Justicia, a los testigos que ya declararon se les incorpora su exposición y no tienen que volver a contar lo que ya le dijeron a los jueces, solo agregar detalles u otras cuestiones. Esta tarde, declaró desde el consulado argentino en México y la acompañaron sus dos hijas.
La mañana del 7 de mayo de 1977 una patota de la Aeronáutica la secuestró a pocas cuadras de su casa, en San Antonio de Padua. “Me metieron dentro de un Falcon y me di cuenta de que me estaban secuestrando. Me llevaron a lo que supe después era Mansión Seré”, dijo en referencia del centro clandestino que funcionó entre Ituzaingó y Castelar. Calveiro y su marido, Horacio Campiglia, eran militantes de Montoneros. Horacio fue secuestrado en Brasil en el marco del Plan Cóndor, en 1980. “Nunca supimos más nada de él, está desaparecido”, dijo Calveiro.
En Mansión Seré, Calveiro trató de fugarse saltando de una ventana. No solo no lo consiguió sino que se fracturó el brazo y el talón, además de romperse dos costillas. Estuvo veinte días sin atención médica, hasta que la enyesaron en el Hospital Aeronáutico. Dos meses después de su secuestro, los militares la trasladaron a ella y a Enrique Berroeta, un militante de Montoneros, a la ESMA.
La fiscal Mercedes Soisa Reilly le preguntó por el paradero de Berroeta: “No lo volví a ver. Entiendo que fue trasladado. Al día siguiente de mi llegada hubo un traslado importante, entre 10 y 20 personas”, dijo Calveiro.
La fiscal quiso saber la metodología de los vuelos de la muerte: “Recuerdo que estaba en la cucheta y que empezaron a llamar por números. Para mí era claro que los traslados eran la muerte”, relató la testigo. Durante las casi dos horas y media de testimonio, habló muchas veces en tiempo presente, como si volviera a revivir el secuestro. Y durante todo el tiempo tuvo en su mano una lapicera, que agitaba mientras hablaba.
"Eramos trasladados como cosas"
“Durante esa estadía fui interrogada tres veces por el ‘Pelado’ Cortés. Ese era su alias. Se decía que era un civil del Ejército. Entiendo que el año pasado fue identificado como Miguel Conde. Me interrogaba mediante el diálogo. Le interesaba todo lo relacionado con Tucumán, porque yo estuve a fines del ‘75 y principios del ‘76. Me preguntó sobre mi esposo. A los pocos días de esos interrogatorios, me trasladaron. Conde me manifestó que yo fui trasladada a la Escuela de Mecánica para que él me interrogara sobre mi esposo”.
En agosto del ‘77, a Calveiro la llevaron a la comisaría de Castelar. Un mes después la llevaron a la Casa del Servicio de Inteligencia Naval (SIN). Ahí estuvo hasta el 17 de octubre y la devolvieron a la ESMA. Calveiro declaró que siempre la trasladaron en autos particulares y por la noche. El 25 de octubre de 1978 fue liberada. El ex capitán Luis D’Imperio le dio pasajes a ella y a otra detenida, Lila Pastoriza, para que se exilien en México. “Desconozco las razones por las cuales el capitán D’Imperio facilitó mi salida del país”, le respondió Calveiro al abogado defensor Sebastián Olmedo Barrios. “Fui presa por la Aeronáutica, que me ‘prestó’ a la ESMA. Después la Aeronáutica me ‘regaló’ a la Inteligencia Naval. Nosotros éramos trasladados como cosas. Cuando digo ‘me regalan’, digo que se desentendían de nosotros”, agregó Calveiro.
Cuando salió en libertad, confeccionó un listado de sus compañeros de cautiverio. La fiscal le preguntó por esas personas. Por eso respondió sobre Mirta Alonso, embarazada y que tuvo un bebé en ESMA. “También supe de una prisionera que venía de Campo de Mayo, dijo que ahí las condiciones de cautiverio eran peor que en ESMA”, recordó. También habló de Hilda Pérez de Donda. “Conocí a su esposo José Donda en la comisaría de Castelar. Entiendo que él y su mujer fueron secuestrados por la Aeronáutica”. Sobre María Graciela Tauro, Calveiro dijo que la conoció en Mansión Seré y que con su esposo eran militantes de Montoneros. “Su marido fue brutalmente torturado en la comisaría de Castelar”. De Edgardo Moyano, dijo que era un militante de Montoneros que fue secuestrado por el SIN y que era compañero de su esposo. “A pesar de haber sido brutalmente torturado, Moyano no dio la cita que tenía con mi marido. Con Edgardo estuvimos secuestrados en la Casa del SIN, de Thames y Panamericana, en Villa Adelina. Después probablemente lo haya visto a Moyano una o dos veces en la ESMA. Más tarde fue trasladado, es decir, asesinado”.
El SIN formaba parte del circuito represivo de la Marina. Era la casa del almirante Emilio Eduardo Massera. Calveiro habló de los represores del SIN. “El ‘Tano’ tenía unos 40 años. Por como hablaba y por cómo se desenvolvía parecía un jefe”. También identificó a otro represor apodado ‘Fibra’ y a un tercer oficial de nombre Federico. También habló de otro ‘Tano’, de ‘Pingui’, ‘Panchito’, el ‘Gallego’, el ‘Petiso’, el ‘Negro Tapia’ y el ‘Viejo’. Ellos formaban parte de la patota que estaban en Thames y Panamericana.
Los "Pedros"
La testigo habló sobre los vigiladores de los prisioneros de la ESMA que eran llamados ‘Pedros’. “Hacían rondas, cuidaban a los presos”. La fiscal también le preguntó por los represores de la ESMA, por Horacio Miguel Cavallo. El represor, como es su costumbre, la escuchó desde la sala de audiencia tomando nota en su notebook. Calveiro también respondió por los marinos que conoció: Juan Carlos Rolón, Gerácimo Dante Quiroga y Rubén Chamorro. También habló de las dos visitas de Massera en fiestas patrias.
La fiscal también le consultó por otros militantes, muchos desaparecidos: la “Colorada”, Norma Arrostito, De Gregorio, Susana Burgos, el “Japonés” y su esposa, Horacio Maggio, Ana María Ponce, Ester Santi, Miguel Villarreal. Calveiro se acordaba de todos.
En ese momento de la declaración se escucharon risas que salieron del audio de la videoconferencia. No se sabía de dónde provenían. El juez Leopoldo Bruglia dijo que una voz masculina había repetido un apellido mencionado por la testigo. En la sala se hizo silencio. La pantalla de la sala AMIA se dividió en tres imágenes: el juez Bruglia, Calveiro y la sala del penal de Marcos Paz, con dos represores presentes. La fiscal pidió que se garantice el respeto y la abogada defensora de Cavallo entre otros represores dijo que sus defendidos suelen quejarse de la falta de audio. La audiencia continuó.
Sobre la causa “bienes y Chacras de Coria”, cuyo juico se hará más adelante, Calveiro recordó que en la ESMA los represores se robaban objetos de las personas detenidas desaparecidas. “A una persona que estaba secuestrada le hicieron firmar una escritura”, dijo. También agregó que en ESMA la obligaban a realizar trabajo esclavo. Todos los días tenía que confeccionar una síntesis de prensa con los principales diarios.
En la última parte de su relato, Calveiro habló de las consecuencias de su secuestro: “Cuando salí de la ESMA pude criar a mis hijas, estudiar y trabajar, pero estos hechos significaron una ruptura total en mi vida”.
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