Tweet |
El ex presidente Néstor Kirchner llegó el 24 marzo de 2004 al Colegio Militar sin revelar a quién le daría la orden de bajar el cuadro del genocida Jorge Rafael Videla, hecho que se convirtió en el gesto más emblemático de lo que ahora se conoce como la política de derechos humanos de segunda generación.
El ex presidente Néstor Kirchner llegó el 24 marzo de 2004 al Colegio Militar en el helicóptero presidencial en compañía del vocero, Miguel Núñez, mientras que en la pista lo esperaban el ministro de Defensa, José Pampuro, el jefe de Gabinete, Alberto Fernández, y el jefe del Ejército, general Roberto Bendini.
Después de los saludos de rigor, el Presidente preguntó al responsable de Defensa cómo estaba el clima político entre los militares, dado que en la semana había trascendido que se iban a descolgar el cuadro de Videla y el de Reynaldo Bignone, ambos ex directores de la institución educativa y ex presidentes de facto.
La respuesta de Pampuro fue un gesto con la cabeza que se entendió como "difícil, complicado", motivo por el cual los cinco se encaminaron hacia la biblioteca del edificio para hacer un análisis de situación.
Una vez en la sala, Pampuro comentó a Kirchner que corría una versión en la fuerza que se habían robado los originales de los cuadros y que en su lugar quedaron colgados unas réplicas; también informó que tres generales habían dado parte de ausente a la ceremonia, que él interpretaba como una forma de protesta por el hecho que se iba a consumar.
También preguntó quién tenía que bajar los cuadros. Dicen que en ese momento se produjo un silencio profundo, Kichner demoró varios minutos en reanudar el diálogo, pero no reveló quién protagonizaría el hecho.
Además del clima pesado en el Colegio Militar, al conocerse que bajarían los cuadros, los colaboradores directos de Kirchner sabían que dos días antes "la mano de obra desocupada" dejó una amenaza directa en el celular del secretario presidencial Muñoz.
El intercambio en la biblioteca terminó allí, sin que se supiera quién bajaría el cuadro. Todos salieron de la sala y al dar unos pasos por el corredor de la planta baja, Kirchner tomó de la manga a Bendini que caminaba delante y le dijo: "general, lo baja usted".
Los de ceremonial le indicaron a Fernández, a Pampuro y a Núñez que ellos debían ir hacia el salón de la planta baja donde iba a tener lugar el acto principal, mientras que Kirchner y Bendini se dirigieron al primer piso donde estaba la galería con los retratos.
Los ordenanzas vestidos de azul instalaron una pequeña escalera debajo de los cuadros. Cuando Kirchner y Bendini estuvieron delante, el jefe del Ejército lo miró al Presidente y comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas como para que ratificar que la orden seguía en pie, por lo cual el jefe de Estado levantó la mano y dijo "proceda".
Kirchner no sólo ordenó bajar el cuadro del símbolo de la represión genocida en la Argentina, sino que lo hiciera el jefe del Ejército, que un militar obedeciera al Presidente elegido democráticamente por los argentinos.
Descolgar el cuadro de Videla fue la continuidad de una decisión sobre los derechos humanos que había comenzado con el apoyo del kirchnerismo a la iniciativa parlamentaria de Patricia Walsh, en 2003, de anular las leyes de Punto final y de Obediencia debida, que habían congelado los juicios a los genocidas, profundizado luego con el indulto, de 1990, dictado por Carlos Menem.
Si el juicio a las juntas militares fue un hecho histórico impulsado por los que lucharon contra la dictadura, por los familiares de desaparecidos, asesinados y torturados, por los organismos de DDHH y por el gobierno del presidente Raúl Alfonsín, la bajada del cuadro de Videla, la anulación de las leyes y la declaración de inconstitucionalidad del indulto abrió un segundo momento en la búsqueda de justicia y memoria en la Argentina.
En la actualidad, hay juicios en todo el país relacionados con las atrocidades producidas en la última dictadura y cientos de represores están siendo juzgados y otros tantos cumplen condena.
Tweet |