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31-8-2014|9:00|Medios Opinión
El rol de los medios

"Los diarios pueden contar quiénes fueron cómplices de la dictadura"

Los archivos de los diarios del interior del país, pueden ser de gran utilidad para encontrar pistas sobre crímenes de lesa humanidad y determinar complicidades influyentes. Raquel Barreto visita el archivo de El Popular de Olavarría, y analiza el rol de otros medios regionales, ayer y hoy.

 

Visité Olavarría con un grupo de jóvenes periodistas para ayudarlos a esclarecer aspectos poco o mal conocidos de la sorpresiva aparición de Ignacio Guido Montoya Carlotto, tema de tapa de diarios y portales en todo el mundo. Luego de varias entrevistas, pensé que era oportuno acudir al diario más importante de la ciudad, el Popular, en busca de algunos datos que permitieran armar el rompecabezas de una historia trágica que tuvo un bello final por esos caprichos del azar y, sobre todo, por la incansable tenacidad de Abuelas de Plaza de Mayo.

Meter las narices en las entrañas de los diarios nunca es sencillo. Ni para mí, que conozco las redacciones desde la época de las linotipos, ni para ellos, mis ocasionales compañeros de investigación que han empezado a tomarle el gustito a los sabores agridulces del oficio. De entrada nomás, los colegas con muy buena predisposición nos abrieron las puertas pero también nos marcaron cordialmente la cancha y nos contaron las reglas: las visitas pueden revisar ejemplares antiguos, pero en ningún caso fotocopiar, escanear o fotografiar contenidos. Es raro. Los medios, que con sobradas razones exigen a gobiernos y políticos que muestren sus cuentas, ponen límites estrictos cuando otros pretenden mirar algunos pliegues de su historia. Creo que Paul Virilio dijo algunas cosas inteligentes al respecto y que no sería mala idea repasarlo un poco.

El Popular, es la nave insignia de un influyente multimedio, propiedad de la familia Pagano. Opera de un modo semejante a otros tantos que circulan en el interior bonaerense y que todavía conservan fuertes rasgos corporativos y feudales. La lista es extensa pero alcanza con algunos pocos ejemplos: La Nueva Provincia, de Bahía Blanca (Massot); La Voz del Pueblo, de Tres Arroyos (Maciel); El Día, de La Plata (Kraiselburd); Ecos Diarios, de Necochea (Ignacio). Es razonable afirmar que estos medios y otros que se editan en Pehuajó, Trenque Lauquen o Junín, por designar algunos casos, fueron a veces socios silenciosos y otras tuvieron conductas ambiguas con la última dictadura militar. Hay sólidas denuncias en torno de este asunto.

"La militancia terrorista de los padres y las ideas de su abuela"

Los años de democracia, con todas sus imperfecciones, no han logrado alterar ciertas miradas "retardatarias". Un reciente editorial de la La Nueva.com es bien pedagógico:" Nadie que no fuera un desalmado dejaría de alegrarse de que Ignacio Hurban haya recobrado su verdadera identidad. La suya, si se quiere, es una historia con final feliz, y enhorabuena que así sea. Pero ello no cambia nada de la militancia terrorista de sus padres. Tampoco borra la defensa de la lucha armada de los años 70 ensayada por la señora Estela de Carlotto y los elogios encendidos prodigados a Fidel Castro. La recuperación del nieto no tiene nada que ver con la decisión de sus padres y las ideas de su abuela. Pertenecen a mundos diferentes, aunque hoy son legión quienes insisten en negarlo y los consideran a todos en la misma categoría de víctimas". ¿Se entiende?

Tengamos en cuenta que la influencia de los grandes medios gravita mucho en la formación de agenda (los asuntos que la sociedad analiza o discute a diario) en las metrópolis y sus alrededores. Sin embargo –está estudiado– el grado de influencia que ejercen es proporcional a la distancia que los separa de las urbes. Es allí, en el interior profundo, donde empieza a tallar la prédica de los multimedios locales o regionales y sus combates por moldear a la medida de sus intereses la opinión de las mayorías.

Durante esta visita pude comprobar, una vez más, cómo los medios que circulan en las ciudades y pueblos del interior, no pocas veces cautivos de la publicidad oficial, reproducen la fórmula de sus hermanos mayores (los llamados nacionales), descarnadamente expuesta por Eduardo Blaustein y Martín Zubieta en la magnífica obra Decíamos ayer. La escasez de recursos, el coste del papel, los salarios y otros gastos no son buenos argumentos para justificar romances con los gobiernos de turno. La frase del corresponsal de una emisora radial del interior, bien conocida en la capital bonaerense, sintetiza el estado de las cosas en los años oscuros: La pauta o la vida.

En su edición del 9 de julio de 1978, en la sección Notas Breves, El Popular incluyó una nota rara -por decirlo de algún modo-, que poco y nada tiene que ver con los formatos conocidos del periodismo y mucho con las "arengas" de cuartel y su tufillo dudosamente patriótico que los militares trataron de extender, en su delirio, a la sociedad civil. También es justo señalar a las verdaderas usinas del discurso dictatorial, las grandes agencias internacionales de publicidad, de las que Walter Thompson es sólo un ejemplo.

Motivo del sugestivo texto: la celebración de un nuevo aniversario del Día de la Independencia. Título, bien festivo: “¡Qué lindo!” El breve relato: "Si es cierto que usted lo primero que lee es Notas breves y cómo además el reparto de los diarios anda bastante bien y llega tempranito... bueno, sino alargó mucho el "apoliyo" del domingo, que (hoy) es dos veces domingo, que es fiesta grande... ¡VAYA!

Desfile. Abandone la rutina. Verá qué lindo es marchar siguiendo la celeste y blanca ¡Levántese! Hoy es un día para que todos estemos juntos. Nosotros vamos a estar allí también, firmes, cuando Don González Cremer dé la orden para que la columna avance.

¡Vamos, argentinos!

Hoy estamos todos en la misma, como en el mundial, como siempre debimos estar...”

El coronel González Cremer, conviene recordarlo, había asumido la jefatura del Regimiento 2 de Tiradores de la Caballería Blindada Lanceros General Paz, en lugar del ahora ex coronel Ignacio Aníbal Verdura, juzgado por crímenes de lesa humanidad, y encargado del centro de tortura y detención Monte Peloni- que funcionó en las afueras de Olavarría-. La causa se va a ventilar a partir del 22 de septiembre.

El "Mundial" al que alude, naturalmente, es el campeonato que ganó la Argentina en 1978, época durante la cual fueron secuestrados, torturados y asesinados millares de compatriotas, cuyos gritos terminaron ahogados por el rugido de las populares (y de los palcos, claro) que celebraban los goles de Luque y los toques magistrales de Ardiles.

El vespertino Tribuna, ya cerrado, fue otro de los medios olavarrienses que, como dice el refrán, le hizo "el caldo gordo a la dictadura". Un dato más: en el ambiente periodístico cuentan que El Popular, pese a las críticas, mantuvo en su redacción, incluso durante los primeros gobiernos democráticos, a cronistas que defendieron con fervor el terrorismo de estado. Nobleza obliga: el diario de los Pagano, al festejar su centenario, pidió disculpas a sus lectores por los errores cometidos. Léase, por ignorar deliberadamente los crímenes de la dictadura.

Pero volvamos a las páginas de El Popular. Impactan, por decirlo de algún modo, algunas necrológicas donde las llamadas fuerzas vivas de la ciudad –Perón los llamaba los vivos de la fuerza– despiden a individuos de dudosa integridad, salpicados por su complicidad con crímenes aberrantes, como personas sensibles, generosas y abnegadas, defensoras ardientes de la familia y cultores de la amistad, entre otras lindezas. Los apellidos que allí pueden leerse prueban los vínculos de una franja ancha de la burguesía olavarriense con los represores. Mirada paciente de páginas amarillentas, confrontación (con otros relatos) y conclusiones. Recuérdese a Humberto Eco: Todo texto es una máquina perezosa que le pide al lector que haga parte de su trabajo.

Otras crónicas, no menos exaltadas, se encargan de prodigar elogios a las celebraciones domingueras en los cuarteles, donde se organizaban asados o locros comunitarios para estrechar los vínculos entre la sociedad civil y las fuerzas militares, mientras los chicos correteaban felices –eso se desprende de la lectura– entre uniformados y jugaban a la guerra con pistolas de cebitas desde la escotilla de los tanques. Confraternizar. Esa era la palabra utilizada en los años más oscuros del país.

Ahora bien, pese al entusiasmo y la profesionalidad de los jóvenes colegas, no resulta sencillo desentrañar los misterios que rodean los primeros años de la vida silvestre –al menos en apariencia– del joven Ignacio Guido Montoya Carlotto, y menos aún los motivos que impulsaron a sus apropiadores a trasladarlo desde La Plata a Olavarría. La Justicia tiene por delante una tarea titánica. El periodismo, una historia apasionante. Mientras tanto, guste o no, por vías paralelas, la carrera ha comenzado. Distintos métodos e igual meta: la verdad. O lo más parecido a ella.

Creo que, para avanzar con memoria, verdad y justicia, puede ser de gran utilidad arbitrar medidas para digitalizar, antes de que se malogren, los archivos de los diarios del interior que aún permanecen en soporte papel, al menos los que abarcan el período 1976 – 1983. Las páginas amarillentas de esos diarios o periódicos, leídas con paciencia y rigor, pueden brindar pistas para esclarecer crímenes de lesa humanidad o bien establecer con precisión quiénes fueron cómplices civiles influyentes de la dictadura y quiénes debieron soportar, a disgusto y con riesgos, las brutales humillaciones del exilio interno.

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