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Lo dijo la sobreviviente Mabel Lía Tejerina, testigo en la megacausa La Perla. Señaló que los militares que actuaron en ese centro clandestino de Córdoba fueron cómplices. "Todos estaban de acuerdo en lograr la destrucción total de toda una generación", agregó.
Mabel Lía Tejerina, testigo en la megacausa La Perla por crímenes de lesa humanidad cometidos por la última dictadura, acuso hoy a los represores que actuaron en ese centro clandestino de ser cómplices entre sí, ya que "todos participaban de todo, todos estaban de acuerdo" en las torturas y asesinatos.
"Todos participaban de todo, todos estaban de acuerdo en lograr la destrucción total de toda una generación y de cualquier idea de cambio, no había libertad ni respeto por la vida", afirmó Tejerina al testimoniar hoy en una nueva audiencia ante el Tribunal Oral Federal 1 de esa provincia.
La mujer relató que fue secuestrada el 7 de diciembre de 1976 en el barrio Clínicas de la ciudad de Córdoba y fue llevada a La Perla. Allí recordó al represor Luis Manzanelli, uno de los imputados, y la terrible sesión de torturas con picana eléctrica que sufrió: "Temblaba, era una sensación indescriptible", afirmó. Relató que en una ocasión pudo observar cómo la "patota", tal como definió a los represores, atacaba a un grupo de chicos que andaban en bicicleta por la calle. "Les rompieron las bicicletas y siguieron manejando como si nada: Se sentían con poder sobre cada ciudadano, con el poder de hacer y deshacer como quisieran", aseveró.
Indicó que cuando la introdujeron en la cuadra de La Perla, la colocaron entre biombos y, aunque no pudo ver nada, podía escuchar "la música de ese infierno: gritos de dolor, puertas que se abren y se cierran, y por momentos un gran silencio". "Yo lloraba, me dio un ataque de llanto y angustia, pero alguien se me acercó y me dijo `no, no llores que no te favorece`. Habia que morderse los labios y aguantar toda clase de sentimiento", explicó.
Recordó un episodio en el que pudo escuchar y percibir como preparaban a dos jóvenes, completamente vendados y amordazados, para el "traslado", eufemismo con el que los represores llamaban al asesinato de los presos. "Estuvieron así desde la noche esperando el camión, se los llevaron a la siesta", agregó.
Tejerina contó que presenció los hechos "más injustos y terribles" y que cualquiera podía tener como destino "el pozo", y señaló que el resto de los compañeros de cautiverio, entre los que se encontraban Tomás Di Toffino y José Perucca, se consideraban a sí mismos, como "muertos que caminaban".
Relató que en una oportunidad el represor y hoy imputado, Carlos Vega, a quien le decían "Vergara", la llevó a su propia casa a dormir. Le armó una cama con elásticos de hierro y ella se levantaba y se acostaba en presencia de la esposa del torturador. El cautiverio de Tejerina en La Perla finalizó en Diciembre de 1978, pero permaneció bajo la vigilancia de los represores hasta fines de 1979.
Mencionó que en 1985 se había aislado de toda la historia; había podido reconstruir su vida y se dedicaba completamente al cuidado de sus hijas. Sin embargo una tarde personal de la "patota" llegó a su casa. Con miedo, resguardó a sus hijas en la habitación y recibió a Arnoldo "Chubi" López, otro de los imputados.
"Venía a pedirme -dijo- que me presentara en tribunales militares y federales para firmar un testimonio que yo no escribí. Yo quería que esto terminara así que mi marido me llevó en el auto". Dijo que el testimonio que le obligaron a firmar, dejaba constancia de que en La Perla había recibido buen trato y que no tenía conocimiento de haber escuchado sobre torturas. En los tribunales federales firmó un papel similar ante el Secretario del tribunal, Luis Rueda (actual camarista), y el Juez Federal Gustavo Becerra Ferrer.
Posteriormente declaró Herminio Eduardo Chabrol, secuestrado y detenido en el Departamento de Informaciones de la policía de la provincia (D2). Chabrol describió como ejemplo de las humillaciones que sufrió, que lo llevaron a un lugar donde abrieron la ducha y uno de los represores le preguntó imperativo: "¿qué hace un ser humano cuando se baña? Canta. El ser humano cuando se baña canta", le dijo, por lo que tuvo que cantar una canción con las manos esposadas hacia atrás.
Testificó que del mismo modo "enloquecieron a un compañero amenazándolo con matar a su bebé mientras lo pellizcaban; obligaron a comportarse como un perro a otras personas, o humillaban a las compañeras desnudas en la parrilla -lugar de las torturas- diciéndoles `no te depilaste`".
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