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14-8-2014|18:51|Lesa Humanidad CórdobaProvinciales
Nueva audiencia por el megajuicio en Córdoba

La Perla: "El miedo se instaló en mi cuerpo y hasta hoy no me lo pude sacar"

Jose Alfredo Santa fue secuestrado y torturado en diferentes centros clandestinos de detención en Córdoba. Uno de sus torturadores cantaba tangos antes de aplicar la picana. La última audiencia por la megacausa de La Perla volvió a poner en primer plano el testimonio de las víctimas. Habrá cuarto intermedio hasta el martes 26 de agosto.

  • Télam
Por: Juan Manuel Mannarino

A cargo del Tribunal Oral Federal 1 (TOF1), la última audiencia por la megacausa de La Perla, en Córdoba, volvió a poner en primer plano el testimonio de las víctimas. Hubo quienes relataron las circunstancias de los secuestros y otros hablaron de las marcas que dejó la represión en sus vidas. Los hechos que se juzgan son la privación ilegítima de la libertad, imposición de tormentos agravados, aplicación de tormentos seguido de muerte, homicidio calificado, tentativa homicidio calificado, sustracción de menor, abuso deshonesto y violación. El juicio cumplió un año y medio y ya pasaron cerca de 350 testigos. Se calcula que aún faltarían 200 más para llegar a la etapa final, prevista para mayo del año próximo.

Juan Manuel Torres Berrotarán declaró como querellante sobreviviente de Campo de la Ribera, en el marco de la causa “Maffei”. Sufrió tres secuestros y su caso permitió conocer el detalle de cómo funcionó el circuito represivo en los centros clandestinos de detención. Su primer secuestro fue el 16 de septiembre de 1975 mientras conducía un auto: "Me sacaron mis pertenencias y me vendaron los ojos. Comenzaron a interrogarme y recibía golpes de puño". Luego lo liberaron, pero por breve lapso. El 19 de febrero de 1976 una patota fue a buscarlo a su domicilio: "Me encañonaron con un arma larga, me esposaron y me pusieron contra la pared mientras requisaban la casa". De allí lo llevaron nuevamente a la D2 y le tomaron dos fotos. Luego lo interrogaron brutalmente. "Dejaron de torturarme por intervención de un comisario de Alta Gracia que habló con mi padre y me fue a buscar a Córdoba. Así fue como salí. Encañonaron a mi hermano menor, de 8 años, a mi madre le dio un ataque de nervios, y se robaron lo que teníamos". Por tercera vez, a Juan Manuel se lo llevaron.

El testigo contó que lo torturaron preguntándole por Néstor Morandini, quien era su compañero en la Juventud Universitaria Peronista. Morandini fue secuestrado el 8 de septiembre de 1977, en Capital Federal. Era estudiante de Ciencias de la Información y Agronomía. Como muchos otros testigos, Juan Manuel contó que su padre lo buscó desesperadamente desde el momento del secuestro. Así, en una oportunidad se entrevistó con el cardenal Raúl Primatesta, quien le dijo que no podía hacer nada por él. La búsqueda siguió hasta que, finalmente, Juan Manuel fue blanqueado y lo llevaron a la Unidad Penitenciaria 1: "Cuando me dejaron salir, no tenía nada más que el cinto que me devolvieron. Pedí dinero en un quiosco que una señora gentilmente me dio. Así tome el colectivo y volví a mi casa", dijo ante los jueces.

Luego fue el turno de Julio Oviedo Villa, en calidad de testigo citado por la fiscalía, que declaró por el hecho del que resultó víctima su esposa, Manuela Cabeza de Oviedo, trabajadora del hospital psiquiátrico de Santa María de Punilla: "Un día me hablaron del hospital para decirme que había un operativo y que ella se iba a demorar. Finalmente no regresó y cuando la fui a buscar nadie allí me daba respuesta de nada. Estuvo desaparecida como 9 o 10 días".

Oviedo Villa llegó al despacho del juez Federal Zamboni Ledesma, quien había sido su compañero de estudios.
"Tuve una entrevista con él, lo invité a que saliéramos juntos a buscar a los desaparecidos. Me dijo 'Yo no me muevo de aquí', así que le dije que era un cagón: yo ya estaba jugado y no le cabía otro calificativo", contó. Al descubrir que su esposa Manuela Cabeza de Oviedo estaba como detenida política en el Buen Pastor, fue a buscarla."Al llegar, me di cuenta de que era el nido de víboras, estaban todos", dijo. Quien lo atendió fue el represor González Navarro, hoy imputado. Allí también se encontraba un oficial de alto rango.

"Me clavó la mirada y no se la bajé. Estábamos como dos gallos de riña, mirándonos. Me llamó la atención un bastoncito dorado que tenía en la mano. Le dije que era el Doctor Oviedo y que venía a exigir el derecho a defensa. Me miraba, y me dijo: ´Hay cientos en esa situación´. Y le respondí que se estaba cometiendo una injusticia, que a mi mujer no podían acusarla de nada para tenerla detenida." Se trataba, ni más ni menos, de una figura emblemática: el General Sasiaiñ.

El torturador que cantaba tangos

José Alfredo Santa vivió el Cordobazo como estudiante de Agronomía en la Universidad Nacional de Córdoba y fue presidente del Centro de Estudiantes. En febrero de 1977, una patota fue a buscarlo. "¿Dónde está tu mujer?", le preguntaron mostrándole una libreta de estudiante de su compañera. Respondió que estaba internada porque tenía un embarazo riesgoso. Durante diez días fue torturado en el D2. Santa recordó a uno de sus torturadores: "Era una persona que tenía una voz especial, como de tanguero. Y cuando cantaba ciertos tangos decía que iba a torturar".
Detrás del testigo, en el banquillo de los acusados, el represor "Gato" Gomez escuchaba inmutable las acusaciones en su contra.

Al poco tiempo lo trasladaron junto a su hermano a Campo de la Ribera. Santa contó que en Campo de la Ribera se habían ensañado con los testigos de Jehová: los detenían y los llevaban allí: "Me tocó estar con un pobre viejo que vio todo eso, y estaba horrorizado. Yo tenía miedo que se muriera ahí mismo del susto que tenía”, dijo.

En el centro clandestino, Santa se encontró con un viejo amigo que trabajaba como gendarme. "Tenés suerte de haber caído acá en esta época", le dijo, y dio a entender que habían matado a mucha gente. Después de Campo de la Ribera los llevaron a la cárcel de UP1. "Con ayuda de los presos comunes y sus familias nos mandábamos mensajes en papel higiénico con nuestras familias. Allí dentro me enteré de que había nacido mi hija", contó. Luego lo blanquearon y lo pasaron a UP1 para darle la libertad vigilada hasta su sobreseimiento a principios de 1979.

Sin embargo, después de que volvió a su casa, no dejaron de perseguirlo: una vez tocaron el timbre y él reconoció a dos policías de civil.

-El miedo se instaló en mi cuerpo y hasta hoy no me lo he podido sacar-dijo.

El Tribunal informó que la semana próxima no habrá audiencias. Habrá cuarto intermedio hasta el martes 26 de agosto.
 

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